176 -Inocencio III (Lotario dei Conti di Segni): Anagni; Enero 8 (Febrero
22), 1198-Julio 16, 1216.
Nació en Anagni. Elegido el 22.II.1198, murió el 16.VII.1216. De grandes cualidades ejerció una gran influencia. Restableció la autoridad temporal en los Estados Pontificios. Promueve la IV Cruzada. Aprobó el órden de los Dominicos y Franciscanos. Proclamó el 12º Concilio Ecuménico.
Nació en Anagni. Elegido el 22.II.1198, murió el 16.VII.1216. De grandes cualidades ejerció una gran influencia. Restableció la autoridad temporal en los Estados Pontificios. Promueve la IV Cruzada. Aprobó el órden de los Dominicos y Franciscanos. Proclamó el 12º Concilio Ecuménico.
Uno de los más grandes Papas de la Edad Media, hijo del Conde Trasimundo de
Segni y sobrino de Papa Clemente III, nació en 1160 ó 1161 en Anagni; murió el
16 de junio de 1216 en Perugia.
Recibió su educación inicial en Roma, estudió teología en París, jurisprudencia en Boloña y se convirtió en un erudito teólogo y uno de los más grandes juristas de su tiempo. Poco después de la muerte del Papa Alejandro III (30 de agosto de 1181) Lotario regresó a Roma y ocupó varios puestos eclesiásticos durante los cortos pontificados de Lucio III, Urbano III, Gregorio VIII, y Clemente III. El Papa Gregorio VIII lo ordenó subdiácono y Clemente III lo nombró cardenal-diácono de San Jorge en Velabro y Santos Sergio y Baco en 1190. Más tarde llegó a ser cardenal-sacerdote de Santa Pudenciana. Durante el pontificado del Papa Celestino III (1191-1198) un miembro de la casa de los Orsini, enemigos de los Condes de Segni, vivió en retiro, probablemente en Anagni, donde se dedicó principalmente a la meditación y a actividades literarias.
Recibió su educación inicial en Roma, estudió teología en París, jurisprudencia en Boloña y se convirtió en un erudito teólogo y uno de los más grandes juristas de su tiempo. Poco después de la muerte del Papa Alejandro III (30 de agosto de 1181) Lotario regresó a Roma y ocupó varios puestos eclesiásticos durante los cortos pontificados de Lucio III, Urbano III, Gregorio VIII, y Clemente III. El Papa Gregorio VIII lo ordenó subdiácono y Clemente III lo nombró cardenal-diácono de San Jorge en Velabro y Santos Sergio y Baco en 1190. Más tarde llegó a ser cardenal-sacerdote de Santa Pudenciana. Durante el pontificado del Papa Celestino III (1191-1198) un miembro de la casa de los Orsini, enemigos de los Condes de Segni, vivió en retiro, probablemente en Anagni, donde se dedicó principalmente a la meditación y a actividades literarias.
Celestino III murió el 8 de enero de 1198, previo a cuyo evento, había
apremiado al Colegio Cardenalicio a elegir a Giovanni di Colonna como su
sucesor, pero Lotario de Conti fue electo Papa en Roma, el mismo día que murió
Celestino III. Aceptó la tiara con reticencia y tomó el nombre de Inocencio III.
Al momento de su accesión al papado tenía sólo treinta y siete años de edad. El
trono imperial había quedado vacante a la muerte de Enrique VI en 1197, y
todavía no se había elegido un sucesor. El prudente y enérgico Papa aprovechó la
oportunidad ofrecida por esta vacante para restaurar el poder papal en Roma y
los Estados Pontificios. El prefecto de Roma, que reinaba sobre la ciudad como
representante del emperador, y el senador que representaba los derechos
comunales y privilegios de Roma, juraron lealtad a Inocencio. Cuando él ya había
reestablecido la autoridad papal en Roma, se aprovechó de cualquier oportunidad
para poner en práctica su grandioso concepto del papado. Italia estaba cansada
de ser gobernada por un gran número de aventureros alemanes, y el Papa tuvo poca
dificultad en extender su poder político sobre la península.
Primero envió dos legados cardenales a Markwuld a fin de demandar la restauración de la Romaña y la Marca de Ancona para la Iglesia. Ante su respuesta evasiva fue excomulgado por los legados y fue expulsado por las tropas papales. De forma similar fueron tratados el Ducado de Espoleto y los distritos de Asís y Sora fueron arrebatados al caballero alemán, Conrado von Uerslingen. La liga de ciudades que se había formado en Toscana fue ratificada por el Papa después que ésta lo reconoció como su soberano.
Primero envió dos legados cardenales a Markwuld a fin de demandar la restauración de la Romaña y la Marca de Ancona para la Iglesia. Ante su respuesta evasiva fue excomulgado por los legados y fue expulsado por las tropas papales. De forma similar fueron tratados el Ducado de Espoleto y los distritos de Asís y Sora fueron arrebatados al caballero alemán, Conrado von Uerslingen. La liga de ciudades que se había formado en Toscana fue ratificada por el Papa después que ésta lo reconoció como su soberano.
La muerte del emperador Enrique VI dejó a su hijo de cuatro años de edad,
Federico II, como rey de Sicilia. La viuda del emperador, Constanza, quien
gobernaba Sicilia en nombre de su hijo, no pudo arreglárselas sola contra los
barones normandos del Reino Siciliano, quienes resentían el gobierno alemán y se
negaban a reconocer al niño rey.
Ella acudió a Inocencio III para preservar el
trono siciliano para su hijo. El Papa aprovechó esta ocasión para reafirmar la
soberanía papal sobre Sicilia y reconoció a Federico II como monarca, sólo
después que Constanza entregó ciertos privilegios contenidos en el tal llamado
Cuatro Capítulos, los cuales William I le había extorsionado previamente al Papa
Adriano IV. El Papa solemnemente invistió a Federico II como Rey de Sicilia en
una Bula emitida a mediados de noviembre de 1198. Antes de que la Bula llegara a
Sicilia, Constanza había muerto, pero antes de fallecer había designado a
Inocencio como tutor del rey huérfano. Con la mayor fidelidad, el Papa veló por
el bienestar de su pupilo durante los nueve años de su minoría de edad. Aún los
enemigos del papado admiten que Inocencio fue un tutor generoso del joven rey, y
que nadie habría podido gobernar por él más hábil y concienzudamente. A fin de
proteger al inexperto rey contra sus enemigos, el Papa le indujo a que se casara
en 1209 con Constanza, la viuda del Rey Emérico de Hungría.
Las condiciones en Alemania eran extremadamente favorables para la
aplicación de la idea de Inocencio en lo concerniente a la relación entre el
papado y el imperio. Después de la muerte de Enrique VI sobrevino una doble
elección. Los gibelinos habían elegido a Felipe de Suabia el 6 de marzo de 1198,
mientras que los güelfos habían electo a Otón IV, hijo de Enrique el León y
sobrino del rey Ricardo I de Inglaterra, en abril de ese mismo año. El primero
fue coronado en Maguncia el 8 de septiembre de 1198 y el último en Aquisgrán el
12 de julio de 1198. Inmediatamente después de su advenimiento al trono papal,
Inocencio había enviado al obispo de Sutri y al abad de San Anastasio como
legados a Alemania, con instrucciones de liberar a Felipe de Suabia de la
excomunión en que había incurrido bajo el mandato de Celestino III, con la
condición de que lograra la liberación de la prisionera reina Sibila de Sicilia,
y que devolviera el territorio que le había quitado a la Iglesia cuando era
Duque de Toscana. Cuando los legados llegaron a Alemania, Felipe ya había sido
electo rey. Cediendo a los deseos de Felipe, el Obispo de Sutri secretamente lo
liberó de la excomunión con la promesa de que cumpliría con las condiciones
establecidas.
Luego de la coronación Felipe envió a los legados de regreso a Roma con
cartas solicitando al Papa que ratificara su elección; pero Inocencio estaba
insatisfecho con la acción del Obispo de Sutri y se negó a ratificar la
elección. Otón IV también envió delegados ante el Papa, luego de su coronación
en Aquisgrán, pero antes de que el Papa tomara ninguna acción, los dos
reclamantes al trono alemán comenzaron a hacer valer sus reclamos por la fuerza
de las armas. Aunque el Papa no apoyó abiertamente a ninguno de los dos, era
evidente que simpatizaba más con Otón IV. Ofendidos por lo que consideraban una
interferencia injusta por parte del Papa, los seguidores de Felipe le enviaron
una carta en la cual protestaban por su interferencia en los asuntos imperiales
de Alemania. En su respuesta, Inocencio dejó claro que no tenía intención de
meterse con los derechos de los príncipes, pero insistió sobre los derechos de
la Iglesia en ese asunto. Enfatizó especialmente que el conferir la corona
imperial pertenecía solamente al Papa. En 1201 el Papa defendió abiertamente el
partido de Otón IV. El 3 de julio de 1201 el legado papal, cardenal-obispo Guido
de Palestrina, anunció al pueblo en la catedral de Colonia, que Otón IV había
sido aprobado por el Papa como rey romano, y amenazó con excomunión a todos
aquellos que rechazaran reconocerle como tal. Inocencio III dejó claro a los
príncipes alemanes por el decreto de Venerabilem, dirigido al Duque de Zahringen
en mayo de 1202, en qué relación él consideraba que estaba el imperio respecto
al papado. Este decretal, que se ha vuelto famoso, fue después incorporado al
“Corpus Juris Canonici”. Se encuentra en Baluze, "Registrum Innocentii III super
negotio Romani Imperii", no. LXII, y fue reimpreso en P. L., CCXVI, 1065-7. Los
siguientes son los puntos fundamentales de tal decretal:
(1) Los príncipes alemanes tienen el derecho de elegir al rey, quien
luego llegará a ser emperador.
(2) Este derecho les fue dado por la Sede Apostólica cuando transfirió a la dignidad imperial de los griegos a los alemanes en la persona de Carlomagno.
(3) El derecho de investigar y decidir si un rey así electo es merecedor de la dignidad imperial le pertenece al Papa, cuya función es ungirlo, consagrarlo y coronarlo; de lo contrario, podría suceder que el Papa estuviese obligado a ungir, consagrar y coronar a un rey que sea excomulgado, un hereje o un pagano.
(4) Si el Papa encuentra que el rey electo por los príncipes no es merecedor de la dignidad imperial, los príncipes deben elegir un nuevo rey o, si se rehúsan, el Papa le conferirá la dignidad imperial a otro rey; debido a que la Iglesia necesita de un patrono y defensor.
(5) En caso de doble elección, el Papa debe exhortar a los príncipes a que lleguen a un acuerdo. Si luego de un intervalo no se ponen de acuerdo, deben pedir al Papa que sea árbitro, si esto fracasa, él debe por su propio acuerdo y en virtud de su puesto decidir a favor de uno de los aspirantes. La decisión del pontífice no necesariamente estará basada en la mayor o menor legalidad de la elección, sino en las capacidades de los reclamantes.
(2) Este derecho les fue dado por la Sede Apostólica cuando transfirió a la dignidad imperial de los griegos a los alemanes en la persona de Carlomagno.
(3) El derecho de investigar y decidir si un rey así electo es merecedor de la dignidad imperial le pertenece al Papa, cuya función es ungirlo, consagrarlo y coronarlo; de lo contrario, podría suceder que el Papa estuviese obligado a ungir, consagrar y coronar a un rey que sea excomulgado, un hereje o un pagano.
(4) Si el Papa encuentra que el rey electo por los príncipes no es merecedor de la dignidad imperial, los príncipes deben elegir un nuevo rey o, si se rehúsan, el Papa le conferirá la dignidad imperial a otro rey; debido a que la Iglesia necesita de un patrono y defensor.
(5) En caso de doble elección, el Papa debe exhortar a los príncipes a que lleguen a un acuerdo. Si luego de un intervalo no se ponen de acuerdo, deben pedir al Papa que sea árbitro, si esto fracasa, él debe por su propio acuerdo y en virtud de su puesto decidir a favor de uno de los aspirantes. La decisión del pontífice no necesariamente estará basada en la mayor o menor legalidad de la elección, sino en las capacidades de los reclamantes.
La exposición de la teoría de Inocencio referente a las relaciones entre el
papado y el imperio fue aceptada por muchos príncipes, como es evidente por el
súbito aumento de los seguidores de Otón luego de la emisión del decretal. Si
luego de 1203 la mayoría de los príncipes comenzaron a alinearse con Felipe, fue
culpa del mismo Otón, quien era irritable y a menudo ofendía a sus mejores
amigos. Inocencio, revocando su decisión, se declaró a favor de Felipe en 1207,
y envió a los Cardenales Ugolino de Ostia y Leo de Santa Cruz, a Alemania con
instrucciones de procurar que Otón renunciara a sus reclamos al trono y con
poderes para liberar a Felipe de la excomunión.
El asesinato del Rey Felipe por Otto de Wittelsbach el 21 de junio de 1208 cambió por completo las condiciones en Alemania. En la Dieta de Frankfort, el 11 de noviembre de 1208, Otón fue reconocido como rey por todos los príncipes, y el Papa le invitó a Roma, para recibir la corona imperial. Fue coronado emperador en la Basílica de San Pedro en Roma el 4 de octubre de 1209. Antes de su coronación, había prometido solemnemente dejar que la Iglesia poseyera pacíficamente a Espoleto, Ancona, y los regalos de la Condesa Matilde; ayudar al Papa en el ejercicio de su soberanía sobre Sicilia; conceder libertad a las elecciones eclesiásticas; derecho ilimitado de apelación al Papa, y la competencia exclusiva de la jerarquía en asuntos espirituales; además él renunció a la “regalia” y al “jus spoli”, es decir, el derecho a los ingresos de las sedes vacantes y la incautación de las propiedades eclesiásticas intestadas. También prometió ayudar a la jerarquía en la extirpación de la herejía. Pero apenas fue coronado emperador, se apoderó de Ancona, Espoleto los legados de Matilde y otra propiedad eclesiástica, dándolas en vasallaje a algunos de sus amigos. También se unió con los enemigos de Federico II e invadió el reino de Sicilia, con el propósito de arrebatárselo al pequeño monarca y de la soberanía al Papa. Cuando Otón no escuchó las reconvenciones de Inocencio, este último le excomulgó el 18 de noviembre de 1210 y solemnemente proclamó su excomunión en el sínodo romano efectuado el 21 de marzo de 1211.
El Papa comenzó a tratar ahora con el Rey Felipe Augusto de Francia y con los príncipes alemanes, con el resultado de que muchos príncipes abandonaron al excomulgado emperador y eligieron en su lugar al joven Federico II de Sicilia, en la Dieta de Nuremberg en septiembre de 1211. La elección fue repetida en presencia de un representante del Papa y de Felipe Augusto de Francia en la Dieta de Frankfort, el 2 de diciembre de 1212. Luego de hacer al Papa prácticamente las mismas promesas que había hecho anteriormente Otón IV, jurando además solemnemente que nunca unificaría a Sicilia con el imperio; su elección fue ratificada por Inocencio y fue coronado en Aquisgrán el 12 de julio de 1215. El depuesto emperador Otón IV recurrió rápidamente a Alemania ante la elección de Federico II, pero obtuvo muy poco apoyo de los príncipes. En alianza con Juan de Inglaterra, le declaró la guerra a Felipe de Francia, pero fue derrotado en la batalla de Bouvines el 27 de julio de 1214. Entonces perdió toda su influencia en Alemania y murió el 19 de mayo de 1218, dejando a la criatura del Papa, Federico II, como emperador indiscutible.
El asesinato del Rey Felipe por Otto de Wittelsbach el 21 de junio de 1208 cambió por completo las condiciones en Alemania. En la Dieta de Frankfort, el 11 de noviembre de 1208, Otón fue reconocido como rey por todos los príncipes, y el Papa le invitó a Roma, para recibir la corona imperial. Fue coronado emperador en la Basílica de San Pedro en Roma el 4 de octubre de 1209. Antes de su coronación, había prometido solemnemente dejar que la Iglesia poseyera pacíficamente a Espoleto, Ancona, y los regalos de la Condesa Matilde; ayudar al Papa en el ejercicio de su soberanía sobre Sicilia; conceder libertad a las elecciones eclesiásticas; derecho ilimitado de apelación al Papa, y la competencia exclusiva de la jerarquía en asuntos espirituales; además él renunció a la “regalia” y al “jus spoli”, es decir, el derecho a los ingresos de las sedes vacantes y la incautación de las propiedades eclesiásticas intestadas. También prometió ayudar a la jerarquía en la extirpación de la herejía. Pero apenas fue coronado emperador, se apoderó de Ancona, Espoleto los legados de Matilde y otra propiedad eclesiástica, dándolas en vasallaje a algunos de sus amigos. También se unió con los enemigos de Federico II e invadió el reino de Sicilia, con el propósito de arrebatárselo al pequeño monarca y de la soberanía al Papa. Cuando Otón no escuchó las reconvenciones de Inocencio, este último le excomulgó el 18 de noviembre de 1210 y solemnemente proclamó su excomunión en el sínodo romano efectuado el 21 de marzo de 1211.
El Papa comenzó a tratar ahora con el Rey Felipe Augusto de Francia y con los príncipes alemanes, con el resultado de que muchos príncipes abandonaron al excomulgado emperador y eligieron en su lugar al joven Federico II de Sicilia, en la Dieta de Nuremberg en septiembre de 1211. La elección fue repetida en presencia de un representante del Papa y de Felipe Augusto de Francia en la Dieta de Frankfort, el 2 de diciembre de 1212. Luego de hacer al Papa prácticamente las mismas promesas que había hecho anteriormente Otón IV, jurando además solemnemente que nunca unificaría a Sicilia con el imperio; su elección fue ratificada por Inocencio y fue coronado en Aquisgrán el 12 de julio de 1215. El depuesto emperador Otón IV recurrió rápidamente a Alemania ante la elección de Federico II, pero obtuvo muy poco apoyo de los príncipes. En alianza con Juan de Inglaterra, le declaró la guerra a Felipe de Francia, pero fue derrotado en la batalla de Bouvines el 27 de julio de 1214. Entonces perdió toda su influencia en Alemania y murió el 19 de mayo de 1218, dejando a la criatura del Papa, Federico II, como emperador indiscutible.
Cuando Inocencio accedió al trono papal, una cruenta guerra se libraba
entre Felipe Augusto de Francia y Ricardo de Inglaterra. El Papa consideró que
era su deber, como supremo gobernante de la cristiandad, finalizar todas las
hostilidades entre los príncipes cristianos. Muy poco después de su accesión,
envió al Cardenal Pedro de Capua a Francia, con instrucciones de amenazar a
ambos reyes con el interdicto si no hacían las paces dentro de dos meses, o por
lo menos una tregua de cinco años. En enero de 1198 los dos reyes se reunieron
entre Vernon y Andely y acordaron una tregua de cinco años. El mismo legado fue
instruido por el Papa para amenazar a Felipe Augusto con interdictar toda
Francia si dentro del plazo de un mes, el monarca no se reconciliaba con su
esposa legal, Ingeburga de Dinamarca, a quien él había rechazado y había tomado
en su lugar a Inés, hija del Duque de Meran. Al ver que Felipe no hizo caso de
la advertencia del Papa, Inocencio llevó a cabo su amenaza y el 12 de diciembre
de 1199 procedió a poner bajo interdicto a toda Francia. Durante nueve meses el
rey permaneció obstinado, pero cuando los barones y el pueblo comenzaron a
alzarse en rebelión contra él, finalmente despidió a su concubina y el
interdicto fue levantado el 7 de septiembre de 1200. No fue, sin embargo, hasta
1213 que el Papa logró una reconciliación final entre el rey y su esposa legal,
Ingeburga.
Inocencio también tuvo la oportunidad de reafirmar sus derechos papales en
Inglaterra. Después de la muerte del Arzobispo Hubert de Canterbury, en 1205,
cierto número de monjes jóvenes de la Iglesia de Cristo se reunieron
secretamente de noche y eligieron a su sub-prior, Reginaldo, como arzobispo.
Esta elección fue realizada sin la concurrencia del obispo ni la autoridad del
rey. A Reginaldo se le pidió que no divulgara lo de su elección hasta que
recibiera la aprobación papal. Pero en su camino a Roma, el vanidoso monje
asumió el título de arzobispo electo, y así el cuerpo episcopal de la provincia
de Canterbury fue puesto en conocimiento de la elección secreta. Los obispos
enseguida enviaron a Pedro de Anglesham como su representante ante el Papa
Inocencio para protestar contra los procedimientos no canónicos de los monjes de
la Iglesia de Cristo. Los monjes también se encolerizaron contra Reginaldo
quien, contrario a su promesa, había divulgado lo de la elección. Procedieron a
una segunda elección y el 11 de diciembre de 1205, votaron por el favorito de la
corona, Juan de Grey, a quien el rey había recomendado a sus sufragios. En la
controversia entre los monjes de la Iglesia de Cristo y los obispos respecto al
derecho a elegir el Arzobispo de Canterbury, Inocencio se inclinó a favor de los
monjes, pero en este caso declaró que ambas elecciones eran inválidas: la de
Reginaldo, porque se había realizado no canónicamente y clandestinamente, y la
de Juan de Grey, porque había ocurrido antes que el Papa proclamara inválida la
del anterior. Ni siquiera el Rey Juan, quien ofreció a Inocencio 3,000 marcos si
se decidía a favor de Juan de Grey, pudo alterar la posición del Papa.
Inocencio convocó a los monjes de Canterbury que estuviesen en Roma para
proceder a una nueva elección y recomendó para su elección a Esteban Langton, un
inglés a quien el Papa había llamado a Roma desde el rectorado de la Universidad
de París, para nombrarlo cardenal. El fue debidamente electo por los monjes y el
Papa mismo le consagró como arzobispo en Viterbo el 17 de junio de 1207.
Inocencio informó al Rey Juan de la elección de Langton y le pidió que lo
aceptara como el nuevo arzobispo. El rey, sin embargo, había puesto su vista en
Juan de Grey, y se negó rotundamente a permitir que Langton viniera a Inglaterra
en calidad de Arzobispo de Canterbury. Además tomó venganza contra los monjes de
la Iglesia de Cristo al expulsarlos de sus monasterios y tomar posesión de sus
propiedades. Inocencio puso entonces a todo el reino bajo interdicto, lo cual
fue proclamado el 24 de marzo de 1208. Cuando esto resultó inútil y el rey
cometió actos de crueldad contra el clero, el Papa lo excomulgó en 1209, y lo
destronó formalmente en 1212. El le confió al Rey Felipe de Francia la ejecución
de la sentencia. Cuando Felipe amenazó con invadir Inglaterra y los señores
feudales y el clero abandonaron al Rey Juan, éste hizo su sumisión ante
Pandulfo, a quien Inocencio había enviado como legado a Inglaterra. Prometió
reconocer a Langton como Arzobispo de Canterbury, permitir que los sacerdotes y
obispos exiliados retornaran a Inglaterra y compensar al clero por las pérdidas
sufridas.
Fue aún más lejos y el 13 de mayo de 1213, probablemente por su propia iniciativa, entregó el reino inglés al Papa a través de Pandulfo, para que le fuera devuelto como un feudo. El documento de la entrega establece que desde ese momento los reyes de Inglaterra gobernarían como vasallos del Papa y pagarían un tributo annual de 1,000 marcos a la Sede de Roma. El 20 de julio de 1213 el rey fue solemnemente liberado de la excomunión en Winchester y luego que al clero se le habían reembolsado sus pérdidas, el interdicto fue levantado de Inglaterra el 29 de junio de 1214. Parece que muchos de los barones no estaban satisfechos con la rendición de Inglaterra a manos del Papa. Ellos también resentían las continuas transgresiones del rey sobre sus libertades y sus muchos actos de injusticia al gobernar el pueblo. Finalmente recurrieron a la violencia, y le obligaron a ceder ante sus demandas, estampando su sello en la Carta Magna. Como soberano de Inglaterra, Inocencio no podía permitir que se firmara sin su consentimiento un contrato que le imponía tan serias obligaciones a su vasallo. Su legado Pandulfo había alabado repetidamente al Rey Juan como un monarca sabio y un vasallo leal a la Santa Sede. El Papa, por lo tanto, declaró la Carta Magna nula e inválida, no porque daba muchas libertades a los barones y a la gente, sino porque había sido obtenida mediante la violencia.
Fue aún más lejos y el 13 de mayo de 1213, probablemente por su propia iniciativa, entregó el reino inglés al Papa a través de Pandulfo, para que le fuera devuelto como un feudo. El documento de la entrega establece que desde ese momento los reyes de Inglaterra gobernarían como vasallos del Papa y pagarían un tributo annual de 1,000 marcos a la Sede de Roma. El 20 de julio de 1213 el rey fue solemnemente liberado de la excomunión en Winchester y luego que al clero se le habían reembolsado sus pérdidas, el interdicto fue levantado de Inglaterra el 29 de junio de 1214. Parece que muchos de los barones no estaban satisfechos con la rendición de Inglaterra a manos del Papa. Ellos también resentían las continuas transgresiones del rey sobre sus libertades y sus muchos actos de injusticia al gobernar el pueblo. Finalmente recurrieron a la violencia, y le obligaron a ceder ante sus demandas, estampando su sello en la Carta Magna. Como soberano de Inglaterra, Inocencio no podía permitir que se firmara sin su consentimiento un contrato que le imponía tan serias obligaciones a su vasallo. Su legado Pandulfo había alabado repetidamente al Rey Juan como un monarca sabio y un vasallo leal a la Santa Sede. El Papa, por lo tanto, declaró la Carta Magna nula e inválida, no porque daba muchas libertades a los barones y a la gente, sino porque había sido obtenida mediante la violencia.
Apenas hubo un país en Europa en el cual Inocencio III no hubiese
reafirmado de una manera u otra la supremacía que reclamaba para el papado.
Excomulgó a Alfonso IX de León, por casarse con una pariente cercana,
Berengaria, hija de Alfonso VIII, lo que era contrario a las leyes de la
Iglesia, y efectuó tal separación en 1204. Por razones similares anuló en 1208
el matrimonio del príncipe heredero Alfonso de Portugal con Urraca, hija de
Alfonso de Castilla. De Pedro II de Aragón, recibió ese reino en vasallaje y lo
coronó rey en Roma en 1204. Preparó una cruzada contra los moros y vivió para
ver su poder quebrarse en España, en la batalla de Navas de Tolosa, en 1212.
Protegió a la gente de Noruega contra su tiránico rey, Sverri, y luego de la
muerte de éste fue árbitro entre los dos aspirantes al trono noruego. Inocencio
fue mediador entre el Rey Emeric de Hungría y el rebelde de su hermano Andrés;
le envió la corona real y el cetro al Rey Johannitius de Bulgaria e hizo que su
legado lo coronara rey en Tirnovo en 1204; restableció la disciplina
eclesiástica en Polonia; fue árbitro entre los dos aspirantes a la corona real
de Suecia; hizo intentos parciales exitosos para reconciliar la iglesia latina
con la griega y extendió su benéfica influencia a prácticamente toda la
cristiandad.
Como muchos Papas anteriores, Inocencio tuvo en el corazón la recuperación
de la Tierra Santa y fue por ello que emprendió la Cuarta Cruzada. Los
venecianos se habían comprometido a transportar al ejército cristiano y a
suministrarle provisiones a la flota por nueve meses, todo ello por 85,000
marcos. Cuando los cruzados no pudieron pagar tal suma, los venecianos
propusieron sufragar los gastos ellos mismos con la condición de que los
cruzados primero les ayudaran a conquistar la ciudad de Zara. Los cruzados
cedieron a sus demandas y la flota zarpó hacia el Adriático el 8 de octubre de
1202. Zara había sido apenas sometida cuando Alexio Comneno llegó al campamento
de los cruzados y abogó por su ayuda para reemplazar a su padre, Isaac Angelo,
en el trono de Constantinopla, del cual había sido depuesto por su cruel hermano
Alexio.
A cambio le prometía una reunificación entre las iglesias griega y latina, agregar diez mil soldados a la tropa de los cruzados, y contribuir a la cruzada con dinero y provisiones. Los venecianos, quienes vieron su propia ventaja comercial en la toma de Constantinopla, indujeron a los cruzados a ceder ante las súplicas de Alexio, y tomaron a Constantinopla en 1204. Isaac Angelo fue repuesto a su trono, pero pronto fue reemplazado por un usurpador. Los cruzados tomaron a Constantinopla por segunda vez el 12 de abril de 1204, y luego de un horrible saqueo, Balduino, Conde de Flandes, fue proclamado como emperador, y la Iglesia Griega fue unificada con la latina. La reunión, así como el imperio latino de oriente, no duró más de dos generaciones. Cuando el Papa Inocencio supo que los venecianos habían desviado a los cruzados en su propósito de conquistar la Tierra Santa expresó su gran insatisfacción primero con la conquista de Zara, y cuando ellos prosiguieron hacia Constantinopla, solemnemente protestó y excomulgó a los venecianos, que habían causado que los cruzados se desviaran de su propósito original. Sin embargo, ya que no pudo deshacer los logros obtenidos, hizo todo lo posible por destruir el cisma griego y latinizar el Imperio Oriental.
A cambio le prometía una reunificación entre las iglesias griega y latina, agregar diez mil soldados a la tropa de los cruzados, y contribuir a la cruzada con dinero y provisiones. Los venecianos, quienes vieron su propia ventaja comercial en la toma de Constantinopla, indujeron a los cruzados a ceder ante las súplicas de Alexio, y tomaron a Constantinopla en 1204. Isaac Angelo fue repuesto a su trono, pero pronto fue reemplazado por un usurpador. Los cruzados tomaron a Constantinopla por segunda vez el 12 de abril de 1204, y luego de un horrible saqueo, Balduino, Conde de Flandes, fue proclamado como emperador, y la Iglesia Griega fue unificada con la latina. La reunión, así como el imperio latino de oriente, no duró más de dos generaciones. Cuando el Papa Inocencio supo que los venecianos habían desviado a los cruzados en su propósito de conquistar la Tierra Santa expresó su gran insatisfacción primero con la conquista de Zara, y cuando ellos prosiguieron hacia Constantinopla, solemnemente protestó y excomulgó a los venecianos, que habían causado que los cruzados se desviaran de su propósito original. Sin embargo, ya que no pudo deshacer los logros obtenidos, hizo todo lo posible por destruir el cisma griego y latinizar el Imperio Oriental.
Inocencio también fue un celoso protector de la verdadera fe y un oponente
vigoroso frente a la herejía. Su principal actividad se volcó contra los
albigenses, quienes se habían vuelto tan numerosos y agresivos que, no
satisfechos con ser seguidores de doctrinas heréticas, sino que además trataban
de extender sus creencias mediante la fuerza. Eran especialmente numerosos en
unas pocas ciudades del norte y sur de Francia. Durante el primer año de su
pontificado, Inocencio envió a dos monjes cistercienses, Rainero y Guido, para
visitar a los albigenses en Francia, a fin de predicarles la verdadera fe y
argumentar con ellos sobre temas controversiales religiosos.
Los dos misioneros cistercienses fueron pronto seguidos por Diego, Obispo de Osma, luego por Santo Domingo y los dos legados papales, Pedro de Castelnau y Raúl. Sin embargo, cuando estos pacíficos misioneros fueron ridiculizados y despreciados por los albigenses, y el legado papal Castelnau fue asesinado en 1208, Inocencio recurrió a la fuerza. Ordenó a los obispos del sur de Francia que pusieran bajo interdicto a los participantes en el asesinato, y a todos los poblados que les dieran refugio. Estaba especialmente encolerizado contra el Conde Raymundo de Tolosa, quien había sido excomulgado previamente por el legado muerto y quien, por buenas razones, el Papa sospechaba que había sido el instigador del asesinato. El conde reafirmó su inocencia y se sometió al Papa, probablemente por cobardía, pero el Papa no volvió a confiar en él. Pidió la cooperación a Francia para que reuniera un ejército para suprimir a los albigenses. Bajo el liderazgo de Simón de Montforte sobrevino una cruel campaña contra los albigenses la cual, a pesar de las protestas de Inocencio, pronto se convirtió en una guerra de conquista. El punto culminante del glorioso reinado de Inocencio fue la convocatoria al Cuarto Concilio Lateranense, el cual inauguró solemnemente el 15 de noviembre de 1215.
Fue por mucho el concilio más importante de la Edad Media. Además de decidir sobre una cruzada general hacia la Tierra Santa, emitió setenta decretos reformatorios, el primero de los cuales fue un credo (Firmiter credimus) contra los albigenses y valdenses; en el cual el término “transubstanciación” recibió su primera sanción eclesiástica.
Los dos misioneros cistercienses fueron pronto seguidos por Diego, Obispo de Osma, luego por Santo Domingo y los dos legados papales, Pedro de Castelnau y Raúl. Sin embargo, cuando estos pacíficos misioneros fueron ridiculizados y despreciados por los albigenses, y el legado papal Castelnau fue asesinado en 1208, Inocencio recurrió a la fuerza. Ordenó a los obispos del sur de Francia que pusieran bajo interdicto a los participantes en el asesinato, y a todos los poblados que les dieran refugio. Estaba especialmente encolerizado contra el Conde Raymundo de Tolosa, quien había sido excomulgado previamente por el legado muerto y quien, por buenas razones, el Papa sospechaba que había sido el instigador del asesinato. El conde reafirmó su inocencia y se sometió al Papa, probablemente por cobardía, pero el Papa no volvió a confiar en él. Pidió la cooperación a Francia para que reuniera un ejército para suprimir a los albigenses. Bajo el liderazgo de Simón de Montforte sobrevino una cruel campaña contra los albigenses la cual, a pesar de las protestas de Inocencio, pronto se convirtió en una guerra de conquista. El punto culminante del glorioso reinado de Inocencio fue la convocatoria al Cuarto Concilio Lateranense, el cual inauguró solemnemente el 15 de noviembre de 1215.
Fue por mucho el concilio más importante de la Edad Media. Además de decidir sobre una cruzada general hacia la Tierra Santa, emitió setenta decretos reformatorios, el primero de los cuales fue un credo (Firmiter credimus) contra los albigenses y valdenses; en el cual el término “transubstanciación” recibió su primera sanción eclesiástica.
Las obras de Inocencio en el gobierno interno de la Iglesia parecen ser de
un carácter muy subordinado cuando son puestas al lado de los grandes logros
político-eclesiásticos que trajeron al papado a la cúspide del poder. Aun así
son dignos de recordarse y han contribuido su parte a la gloria de su
pontificado. Durante su pontificado los dos grandes fundadores de las órdenes
mendigantes, Santo Domingo y San Francisco, le presentaron sus proyectos para
reformar el mundo. Inocencio no estaba ciego ante los vicios de lujuria e
indolencia que habían infectado a muchos en el clero y parte de los laicos. En
los dominicos y franciscanos reconoció dos poderosos adversarios contra esos
vicios y sancionó sus proyectos con palabras de estímulo. Las órdenes religiosas
menores que él aprobó fueron los Hospitalarios del Espíritu Santo el 23 de abril
de 1198, los Trinitarios el 17 de diciembre de 1198 y los Humiliati en junio de
1201. En 1209 comisionó al monje cisterciense Christian, después obispo, con la
conversión de los paganos prusianos. En Roma construyó el famoso hospital Santo
Espíritu en Sassia, el que llegó a ser un modelo para los futuros hospitales de
otras ciudades, y que como tal existe todavía (véase Walsh, “Los Papas y la
Ciencia”, New York, 1908, p. 249-258; y el artículo Hospitales).
Los siguientes santos fueron canonizados por Inocencio: Homobono, un
comerciante de Cremona, el 12 de enero de 1199; la Emperatriz Cunegunda, el 3 de
marzo de 1200; Guillermo, Duque de Aquitania, en 1202; Wulstan, Obispo de York,
el 14 de mayo de 1203; Procopio, abad de Praga, el 2 de junio de 1204; y
Guiberto, el fundador del monasterio de Gembloux, en 1211.
Inocencio murió en Perugia, mientras viajaba a través de Italia a favor de
los intereses de la cruzada que se había acordado en el Concilio Lateranense.
Fue sepultado en la catedral de Perugia, donde permaneció su cuerpo hasta que el
Papa León XIII, un gran admirador de Inocencio, lo transfirió a Letrán en
diciembre de 1891. Inocencio es también el autor de varios trabajos literarios,
reimpresos en P. L., CCXIV-CCXVIII, donde también se puede hallar sus numerosos
epístolas y decretos existentes, además del históricamente importante "Registrum
Innocentii III super negotio imperii".
Su primer trabajo "De contemptu mundi, sive de miseria conditionis humanæ libri III" (P. L., CCXVII, 701-746), fue escrito mientras vivía en retiro, durante el pontificado de Celestino III. Es un tratado sobre ascetismo y evidencia su profunda piedad y conocimiento del hombre. Al respecto, véase Reinlein "Papst Innocenz der dritte und seine Schrift 'De contemptu mundi" (Erlangen, 1871). Su tratado "De sacro altaris mysterio libri VI" (P. L., CCXVII, 773-916) tiene un gran valor litúrgico, porque representa la Misa romana tal y como fue en los tiempos de Inocencio. Véase Franz, "Die Messe im deutschen Mittelalter" (Friburgo, 1902), 453-457. Este trabajo fue impreso varias veces, y traducido al alemán por Hurter (Schaffhausen, 1845).
Su primer trabajo "De contemptu mundi, sive de miseria conditionis humanæ libri III" (P. L., CCXVII, 701-746), fue escrito mientras vivía en retiro, durante el pontificado de Celestino III. Es un tratado sobre ascetismo y evidencia su profunda piedad y conocimiento del hombre. Al respecto, véase Reinlein "Papst Innocenz der dritte und seine Schrift 'De contemptu mundi" (Erlangen, 1871). Su tratado "De sacro altaris mysterio libri VI" (P. L., CCXVII, 773-916) tiene un gran valor litúrgico, porque representa la Misa romana tal y como fue en los tiempos de Inocencio. Véase Franz, "Die Messe im deutschen Mittelalter" (Friburgo, 1902), 453-457. Este trabajo fue impreso varias veces, y traducido al alemán por Hurter (Schaffhausen, 1845).
También escribió "De quadripartita specie nuptiarum" (P. L., CCXVII,
923-968), una exposición de la cuádruple unión matrimonial, a saber: entre
hombre y mujer; entre Jesucristo y la Iglesia; entre Dios y el alma justa; entre
el Verbo y la naturaleza humana; y está completamente basado en las Sagradas
Escrituras.
"Commentarius in septem psalmos pœnitentiales" (P. L., CCXVII, 967-1130)
tiene una autoría dudosa. Entre sus setenta y nueve sermones (ibidem, 314-691)
es famoso el que se refiere al texto "Desiderio desideravi" (Lc. 22,15), el cual
fue dado a conocer en el Cuarto Concilio Lateranense.
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Fuente: ec.aciprensa.com
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