San Gregorio II, Papa
Febrero 11
89 -San Gregorio II: Roma; Mayo 19, 715-Febrero 11, 731.
Nació en Roma.
Elegido el 19.V.715, murió el 11.II.731. En contestación al Edicto de
Constantinopla que prohibía el culto de las imágenes ordenando la destrucción,
las provincias de Italia se sublevaron contra el ejército de León III. En marcha
hacia Roma: la secta de los iconóclasti fue expulsada.
Legado: expulsó a las sectas anticatólicas de Roma
Martirologio Romano: En Roma, en la basílica de San Pedro, sepultura de
san Gregorio II, papa, que en los tiempos difíciles bajo el emperador
León el Isáurico trabajó en defensa de la Iglesia y del culto de las
sagradas imágenes, y envió a san Bonifacio a predicar el Evangelio en
tierras de Germania (731).
Etimología: Gregorio = Aquel que esta siempre preparado, es de origen griego.
Los historiadores le llaman el mejor Papa del siglo VIII, y en él se
advierte muy bien la paradoja de los pontífices -constructores de
puentes, según la etimollogía- que resume de modo espectacular la de
todo cristiano obligando a la dualidad de atender a las cosas de este
mundo y de no vivir más que para Dios.
Gregorio era romano de
nacimiento y ya prestó grandes servicios a la Iglesia bajo los
pontificados de Sergio I y Constantino I; a este último le acompañó en
un viaje a Oriente como asesor, contribuyendo a resolver de manera
pacífica -y desgraciadamente, también provisional- una enconada
controversia.
Desde el 715, cuando fue elegido Papa, se desvive
por una parte en la doble labor de defensa y de conquista espiritual:
reconstruir monasterios como Montecasino, cuna de la orden benedictina, y
consolidar las murallas de Roma, pero pensando también en pueblos
paganos a los que había que llevar el Evangelio (él fue quien mandó a
san Bonifacio a la Germania).
Bifronte tuvo que ser así mismo
su actitud política: por el norte los lombardos amenazaban con engullir
el papado, por el sur los bizantinos aumentaban sus exigencias, y con el
emperador León Isáurico, que favorecía a los iconoclastas, el reto
adquiría especial gravedad.
San Gregorio tuvo que jugar
arriesgadamente a dos tableros, el humano y el divino, el de la fe y el
de la diplomacia, conteniendo a la vez a los bárbaros y a los
archicivilizados bizantinos. No sólo Roma o Italia, el orbe entero, la
plenitud de la fe y toda la política del mundo pesaban sobre sus
hombros, como sobre los de cualquier Papa, cruzando el puente del tiempo
hacia la orilla de la eternidad.
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Fuente: oremosjuntos.com
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