Jesús, desde el inicio de su vida pública, atrae a muchas personas que se convierten en sus discípulos. Los discípulos lo siguen, quieren escuchar, aprender. Unos serán fieles siempre, otros en un momento dado le darán la espalda. Jesús escoge de entre sus discípulos a los doce apóstoles, a quienes les dará una misión muy importante: Continuar la Misión. San Pedro, la piedra sobre la cual se edifica la Iglesia
diciembre 31, 2014
octubre 19, 2014
Beatificación de Pablo VI
Homilía del Papa Francisco en la ceremonia de beatificación de Pablo
VI
VATICANO, 19 Oct. 14 / 05:20 am (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Francisco
presidió este domingo la ceremonia de beatificación de Pablo VI y clausura del
Sínodo de la Familia 2014, en la que destacó la labor evangelizadora de su
predecesor y agradeció por el don del Sínodo.
A continuación la homilia completa pronunciada por el Santo Padre:
Acabamos de escuchar una de las frases más famosas de todo el Evangelio:
«Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios».
Jesús responde con esta frase irónica y genial a la provocación de los
fariseos que, por decirlo de alguna manera, querían hacerle el examen de
religión y ponerlo a prueba. Es una respuesta inmediata que el Señor da a todos
aquellos que tienen problemas de conciencia, sobre todo cuando están en juego su
conveniencia, sus riquezas, su prestigio, su poder y su fama. Y esto ha sucedido
siempre.
Evidentemente, Jesús pone el acento en la segunda parte de la frase: «Y
[dar] a Dios lo que es de Dios». Lo cual quiere decir reconocer y creer
firmemente –frente a cualquier tipo de poder– que sólo Dios es el Señor del
hombre, y no hay ningún otro. Ésta es la novedad perenne que hemos de
redescubrir cada día, superando el temor que a menudo nos atenaza ante las
sorpresas de Dios.
¡Él no tiene miedo de las novedades! Por eso, continuamente nos sorprende,
mostrándonos y llevándonos por caminos imprevistos. Nos renueva, es decir, nos
hace siempre "nuevos". Un cristiano que vive el Evangelio es "la novedad de
Dios" en la Iglesia y en el mundo. Y a Dios le gusta mucho esta "novedad".
«Dar a Dios lo que es de Dios» significa estar dispuesto a hacer su
voluntad y dedicarle nuestra vida y colaborar con su Reino de misericordia, de
amor y de paz.
En eso reside nuestra verdadera fuerza, la levadura que fermenta y la sal
que da sabor a todo esfuerzo humano contra el pesimismo generalizado que nos
ofrece el mundo. En eso reside nuestra esperanza, porque la esperanza en Dios no
es una huida de la realidad, no es una coartada: es ponerse manos a la obra para
devolver a Dios lo que le pertenece. Por eso, el cristiano mira a la realidad
futura, a la realidad de Dios, para vivir plenamente la vida –con los pies bien
puestos en la tierra– y responder, con valentía, a los incesantes retos
nuevos.
Lo hemos visto en estos días durante el Sínodo extraordinario de los
Obispos –"sínodo" quiere decir "caminar juntos"–. Y, de hecho, pastores y laicos
de todas las partes del mundo han traído aquí a Roma la voz de sus Iglesias
particulares para ayudar a las familias de hoy a seguir el camino del Evangelio,
con la mirada fija en Jesús. Ha sido una gran experiencia, en la que hemos
vivido la sinodalidad y la colegialidad, y hemos sentido la fuerza del Espíritu
Santo que guía y renueva sin cesar a la Iglesia, llamada, con premura, a hacerse
cargo de las heridas abiertas y a devolver la esperanza a tantas personas que la
han perdido.
Por el don de este Sínodo y por el espíritu constructivo con que todos han
colaborado, con el Apóstol Pablo, «damos gracias a Dios por todos ustedes y los
tenemos presentes en nuestras oraciones». Y que el Espíritu Santo que, en estos
días intensos, nos ha concedido trabajar generosamente con verdadera libertad y
humilde creatividad, acompañe ahora, en las Iglesias de toda la tierra, el
camino de preparación del Sínodo Ordinario de los Obispos del próximo mes de
octubre de 2015. Hemos sembrado y seguiremos sembrando con paciencia y
perseverancia, con la certeza de que es el Señor quien da el crecimiento.
En este día de la beatificación del Papa Pablo VI, me vienen a la mente las
palabras con que instituyó el Sínodo de los Obispos: «Después de haber observado
atentamente los signos de los tiempos, nos esforzamos por adaptar los métodos de
apostolado a las múltiples necesidades de nuestro tiempo y a las nuevas
condiciones de la sociedad» (Carta ap. Motu proprio Apostolica
sollicitudo).
Contemplando a este gran Papa, a este cristiano comprometido, a este
apóstol incansable, ante Dios hoy no podemos más que decir una palabra tan
sencilla como sincera e importante: Gracias. Gracias a nuestro querido y amado
Papa Pablo VI. Gracias por tu humilde y profético testimonio de amor a Cristo y
a su Iglesia.
El que fuera gran timonel del Concilio, al día siguiente de su clausura,
anotaba en su diario personal: «Quizás el Señor me ha llamado y me ha puesto en
este servicio no tanto porque yo tenga algunas aptitudes, o para que gobierne y
salve la Iglesia de sus dificultades actuales, sino para que sufra algo por la
Iglesia, y quede claro que Él, y no otros, es quien la guía y la salva». En esta
humildad resplandece la grandeza del Beato Pablo VI que, en el momento en que
estaba surgiendo una sociedad secularizada y hostil, supo conducir con sabiduría
y con visión de futuro –y quizás en solitario– el timón de la barca de Pedro sin
perder nunca la alegría y la fe en el Señor.
Pablo VI supo de verdad dar a Dios lo que es de Dios dedicando toda su vida
a la «sagrada, solemne y grave tarea de continuar en el tiempo y extender en la
tierra la misión de Cristo», amando a la Iglesia y guiando a la Iglesia para que
sea «al mismo tiempo madre amorosa de todos los hombres y dispensadora de
salvación».
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Fuente: aciprensa.com
abril 26, 2014
abril 13, 2014
San Martín l, Papa y Mártir
San Martín l, Papa y Mártir
Abril 13 - Noviembre 12
Abril 13 - Noviembre 12
74 -San Martin I - martir: Todi; Julio 649- Septiembre 16, 655 (en exilio:Junio
17, 653).
Nació en Todi. Mártir. Elegido el 5.VII.649, murió el 16.IX.655. Condenó a los Obispos de Oriente protegidos por el Emperador bizantino. Encarcelado y exiliado murió de sufrimientos en la isla de Cherso. Se celebra por primera vez la fiesta de la "Virgen Inmaculada", el 25 de marzo.
Martirologio Romano: San Martín I, papa y mártir, que tras condenar la herejía de los monotelitas en el Concilio de Letrán, por orden del emperador Constante II fue arrancado de su sede por el exarca Calíopa, que entró por la fuerza en la Basílica de Letrán, y lo envió a Constantinopla, donde primero quedó encerró en una dura mazmorra bajo estrecha vigilancia y después fue desterrado al Quersoneso, lugar en el que, pasados unos dos años, concluyeron sus tribulaciones y alcanzó la corona eterna. († 656)
Nació en Todi. Mártir. Elegido el 5.VII.649, murió el 16.IX.655. Condenó a los Obispos de Oriente protegidos por el Emperador bizantino. Encarcelado y exiliado murió de sufrimientos en la isla de Cherso. Se celebra por primera vez la fiesta de la "Virgen Inmaculada", el 25 de marzo.
Martirologio Romano: San Martín I, papa y mártir, que tras condenar la herejía de los monotelitas en el Concilio de Letrán, por orden del emperador Constante II fue arrancado de su sede por el exarca Calíopa, que entró por la fuerza en la Basílica de Letrán, y lo envió a Constantinopla, donde primero quedó encerró en una dura mazmorra bajo estrecha vigilancia y después fue desterrado al Quersoneso, lugar en el que, pasados unos dos años, concluyeron sus tribulaciones y alcanzó la corona eterna. († 656)
Oriundo de Todi y diácono de la Iglesia romana, Martín fue elegido Papa
para suceder al Papa Teodoro, muerto el 13 de mayo del 649. Inmediatamente
demostró mucha firmeza en la conducción de la Iglesia. En efecto, no pidió ni
esperó el consentimiento para su elección por parte del emperador Constante II
que un año antes había promulgado el Tipo, un documento en defensa de la tesis
herética de los monotelitas. Para acabar con la difusión de esta herejía, a los
tres meses de su elección, el Papa Martín convocó en la basílica lateranense un
gran concilio, al que fueron invitados todos los obispos de Occidente
La condena de todos los escritos monotelitas, decretada en las cinco
solemnes sesiones conciliares, suscitó la furiosa reacción de la corte
bizantina. El emperador ordenó al exarca de Rávena, Olimpio, que fuera a Roma y
arrestara al Papa. Olimpio no sólo se propuso cumplir las órdenes imperiales,
sino que trató de asesinar al Papa por medio de un sicario durante la
celebración de la misa en Santa María Mayor.
En el momento de recibir la Hostia de manos del Pontífice, el vil sicario
sacó el puñal, pero en ese momento quedó repentinamente ciego.
Probablemente este hecho convenció a Olimpio de cambiar de actitud y a
reconciliarse con el santo Pontífice y a proyectar una lucha armada contra
Constantinopla. En el 653, muerto Olimpio de peste, el emperador pudo llevar a
cabo su venganza, haciendo arrestar al Papa por medio del nuevo exarca de
Rávena, Teodoro Caliopa.
Martín, acusado de haberse apoderado ilegalmente del alto cargo pontificio
y de haber tramado con Olimpio contra Constantinopla, fue llevado por mar a la
ciudad del Bósforo. El largo viaje, que duró quince meses, fue el comienzo de un
cruel martirio. Durante las numerosas escalas no se permitió a ninguno de los
fieles que salieron a saludar al Papa que se acercaran a él. Al prisionero no se
le daba ni siquiera el agua para bañarse. EL 17 de septiembre del 654 llegó a
Constantinopla, fue colocado en una camilla y expuesto durante todo un día a los
insultos del pueblo, y después lo encerraron durante tres meses en la cárcel
Prandiaria. Después comenzó un largo y extenuante proceso, durante el cual
fueron tales las sedicias que le hicieron murmurar al imputado: “Hagan de mí lo
que quieran; cualquier clase de muerte será un bien para mí”.
Degradado públicamente, desnudo y expuesto a los rigores del frío,
encadenado, fue encerrado en la celda reservada a los condenados a muerte. El 26
de marzo del 655 lo hicieron partir secretamente para el destierro en Crimea.
Sufrió el hambre y padeció en el abandono más absoluto durante cuatro meses más,
hasta cuando la muerte le llegó, agotado en el cuerpo pero no en la voluntad, el
16 de septiembre del 655.
Monotelismo: Es una herejía en la que se aceptaba las dos naturalezas de
Jesús, pero tan sólo una voluntad: la divina.
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Autor: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
San Martín fue el último Papa martirizado. Son más de 40 los pontífices que
han sufrido el martirio.
Fue elegido Papa el año 649 y poco después convocó a un Concilio o reunión
de todos los obispos, para condenar la herejía de los que decían que Jesucristo
no había tenido voluntad humana, sino solamente voluntad divina (Monotelistas se
llaman estos herejes).
Como el emperador de Constantinopla Constante II era hereje monotelista,
mandó a un jefe militar con un batallón a darle muerte al pontífice. Pero el que
lo iba a asesinar, quedó ciego en el momento en el que lo iba a matar, y el jefe
se devolvió sin hacerle daño.
Luego envió Constante a otro jefe militar el cual aprovechando que el Papa
estaba enfermo, lo sacó secretamente de Roma y lo llevó prisionero a
Constantinopla. El viaje duró catorce meses y fue especialmente cruel y
despiadado. No le daban los alimentos necesarios y según dice él mismo en sus
cartas, pasaron 47 días sin que le permitieran ni siquiera agua para bañarse la
cara. Un verdadero martirio que él soportó con especial paciencia. En aquellos
días dejó escritas estas palabras: "Me martiriza el frió. Sufro hambre y estoy
enfermo. Pero espero que por estos sufrimientos les concederá Dios a mis
perseguidores, que después de mi muerte se arrepientan y se conviertan.
En Constantinopla lo expusieron al público como un malhechor, para que las
gentes se burlaran de él. Pero lo que consiguieron fue hacer que muchísimos
admiraran la virtud de aquel santo varón que todo lo sufría con admirable valor.
Un tribunal de herejes lo condenó sin permitirle que dijera ni siquiera una
palabra en su defensa. Lo tuvieron tres meses padeciendo en la cárcel destinada
a los condenados a muerte, y luego lo sacaron de la cárcel por una petición que
hizo el Patriarca Arzobispo de Constantinopla poco antes de morirse, pero lo
enviaron al destierro.
Martín fue escribiendo en sus cartas lo que le iba sucediendo en aquellos
prolongados martirios. En uno de esos escritos cuenta cómo lo llevaron sin las
más mínimas muestras de consideración o respeto a Crimea (en el sur de Rusia,
junto al Mar Negro) donde estuvo por meses y meses abandonado de todos,
sufriendo hambre y desprecios, pero enriqueciéndose para el cielo en el
ofrecimiento diario de sus padecimientos a Dios.
Sus sufrimientos eran tan grandes que cuando alguien lo amenazó con que le
iban a dar muerte, exclamó: "Sea cual fuere la muerte que me den, seguramente no
va a ser más cruel que esta vida que me están haciendo pasar". Lo amenazaron con
dejar su cuerpo expuesto a que lo devoraran los cuervos y respondió: "En cuánto
a mi cuerpo, Dios se encargará de cuidarlo. Dios está conmigo. ¿Por qué me voy a
preocupar?". Y dando un suspiro de esperanza añadió: "Espero que el Señor Dios
tendrá misericordia de mí y no prologará ya por mucho tiempo el tiempo de mi
vida en este mundo". De veras que sus sufrimientos debieron ser muy grandes para
desear más bien morir que seguir viviendo.
En su última carta, dice así San Martín: "Estoy sorprendido del abandono
total en que me tienen en este destierro los que fueron mis amigos. Y más me
entristece la indiferencia total con la que mis compañeros de labores me han
abandonado. ¿Qué no tienen dinero? ¿Pero no habría ni siquiera unas libras de
alimento para enviarlo? ¿O es que el temor a los enemigos de la Iglesia les hace
olvidar la obligación que cada uno tiene de dar de comer al hambriento? Pero a
pesar de todo, yo sigo rezando a Dios para que conserve firmes en la fe a todos
los que pertenecen a la Iglesia".
Murió más de padecimientos y de falta de lo necesario que de enfermedad o
vejez, en el año 656. En Constantinopla donde había sido tan humillado, fue
declarado santo y empezaron a honrarlo como a un mártir de la religión. Y en la
Iglesia de Roma se le ha venido honrando entre el número de los santos
mártires.
Martín I: después de ser humillado por unos años, ha seguido siendo
glorificado por muchos siglos. En él se ha cumplido lo que anunció San Pablo:
"Después de un corto sufrir en esta tierra, nos espera un inmenso gozar en la
gloria celestial".
Dichosos vosotros cuando os persigan por mi causa. Alegraos porque grande
es vuestro premio. (Jesucristo).
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Fuente: ewtn.com
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