noviembre 26, 2013

San Siricio, Papa

San Siricio, Papa
Noviembre 26

38 -San Siricio I: Roma; Diciembre 15 ( 22 o 29), 384 -Noviembre 26, 399.
Nació en Roma. Elegido el 15.XII.384, murió el 26.XI.399. El primero después de San Pedro que adoptó el título de Papa del griego "Padre". Otros dicen que deriva del anagrama de la frase "Petri-Apostoli-Potestatem-Accipens". Apoyó la necesidad del celibato para los sacerdotes y diáconos.
Martirologio Romano: En el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva de Roma, san Siricio, papa, a quien alaba san Ambrosio como verdadero maestro, ya que, consciente de su responsabilidad sobre todos los obispos, les dio a conocer los documentos de los Padres, confirmándolos con su autoridad apostólica. 399.

Papa de la Iglesia Católica entre 384 y su muerte, en 399.

Al morir el papa Dámaso I, el más fuerte candidato para sustituirle era Jerónimo, pero debido a su fuerte carácter y comentarios hirientes no tuvo la aceptación necesaria. Fue elegido Siricio, quien comenzó su pontificado en 384. Disgustado por esta elección, Jerónimo abandonó Roma y se marchó a Oriente.

Siricio es el primer papa en utilizar su autoridad en sus decretos utilizando palabras como: "Mandamos", "Decretamos", "Por nuestra autoridad..." en el estilo retórico típico del emperador. Siricio fue también el primero en usar el título de Papa.

Consagró la primera basílica de San Pablo Extramuros. Su nombre aún puede verse en una de las columnas de esta basílica que no fue dañada durante el incendio de 1823 que casi la destruyó totalmente.

Decretó el celibato para los clérigos.

Murió el 26 de noviembre de 399 y está enterrado en la catacumba de Priscila.

No fue hasta el siglo XVIII que su nombre fue incluido en la lista de los santos por el papa Benedicto XIV
S. SIRICIO (384-399) Nació c 334 en Roma. Fue diácono con Liberio y Dámaso. Elegido por aclamación, fue el primero en asumir el apelativo de papa, que en griego significa padre. Gozó de la estima y de la simpatía del emperador Valentiniano II, pero no de la de S. Jerónimo, a quien además no todo el clero romano le gustaba.
 
Siguió la línea rigurosa y "monárquica" de Dámaso, reafirmando la supremacía del obispo de Roma y reivindicando para éste las decisiones más importantes en tema de disciplina y de derecho eclesiástico. Sus escritos tienen la fuerza decretalia (decretos) a la manera imperial, donde una afirmación no tiene fundamento en una base de derecho, sino que tiene su justificación en sí misma. Siricio no exhorta y no amonesta como lo hicieran sus antecesores, sino que manda y prohíbe.
 
Celebró en Roma un sínodo, en el que se afirmó la superioridad de la Iglesia de Roma sobre todas las demás. Se prescribió el celibato a los sacerdotes y a los diáconos, y se dispuso que sólo los obispos podían ordenar a los sacerdotes y que también los monjes podían ser obispos.
Biografías de Los Papas, en el "Grupo Vidas Santas"

Es datable en aquellos años la conversión de San Agustín. Fue hombre enérgico, capaz de hacerse respetar por todos y en cualquier circunstancia. El emperador Teodosio, por ejemplo, era culpable de un grave delito: había destruido la ciudad de Tesalónica, que se le había rebelado, matando a más de 7.000 personas. Arrepentido, pidió que fuera readmitido en el seno de la Iglesia, El papa Siricio le otorgó el perdón, pero pretendió una pública enmienda y humillación.
 
Otro ejemplo de su severidad y potestad: condenó por hereje y expulsó de la Iglesia al monje Joviniano que, tras una vida de ayunos y mortificaciones, llegó a teorizar la completa igualdad entre pureza y pecado carnal. Un cristiano, decía, una vez que haya "asimilado profundamente el sentido del bautismo" ya no puede pecar. Una doctrina que permitía cúalquier libertinaje. Se le opuso fuertemente también S. Jerónimo y S. Ambrosio.
 
Siricio está enterrado en la iglesia de S. Práxedes en Roma.
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noviembre 23, 2013

San Clemente I, Papa y Mártir

San Clemente I, Papa y Mártir
Noviembre 23

4 -San Clemente: Roma; 88-97.
Romano. Mártir. elegido en el 88, murió en el 97. Exiliado por el emperador Trajano del Ponto, fue arrojado en el mar con un áncora al cuello. Restableció el uso de la Confirmación según el rito de san Pedro. Empieza a usarse en las ceremonias religiosas la palabra Amén.
Martirologio Romano: San Clemente I, papa y mártir, que dirigió la Iglesia de Roma en tercer lugar después de san Pedro Apóstol y escribió a los Corintios una célebre Epístola para restaurar la paz y la concordia entre ellos. En este día se conmemora la deposición de su cuerpo en Roma. (88 - 97/101). M. c. 101. Padre Apostólico.

Clemente de Roma o San Clemente I, fue un religioso cristiano de finales del siglo I, obispo de Roma, y en tanto que obispo de la ciudad eterna, la Iglesia católica lo considera su cuarto papa.
Elegido en el año 88, murió en 97. Exiliado por el emperador Trajano al Ponto, fue arrojado al mar con un áncora al cuello.

Su identificación con el autor de la célebre Epístola a los Corintios cuyo nombre aparece en la inscriptio en todas las versiones de los manuscritos es opinión concorde y formulada ya en tiempos muy antiguos. Clemente habría gozado del trato con los apóstoles y recibido el elogio de San Pablo por la colaboración prestada a los filipenses (Filipenses 4:3).
Se lo venera como santo y mártir en la Iglesia católica y su festividad se celebra el 23 de noviembre. En Roma existe una antiquísima basílica, la Basílica de San Clemente de Letrán, levantada sobre su tumba.
(+ 101) Después de la muerte de Nerón, la Iglesia gozó durante algún tiempo de paz y tranquilidad. Vespasiano y Tito, los más amables de los césares en expresión de San Agustín, trataron con mayor toleráncia a la religión cristiana y prescindieron en la práctica del principio de persecución establecido por Nerón.

Impulsado por el soplo divino y la fuerza misma de la verdad, el cristianismo penetró profundamente en los centros más vitales del Imperio romano; es más, en el mismo corazón del Imperio la nueva doctrina iba consiguiendo nuevas conquistas, no ya como hasta entonces, entre la gente sencilla y las clases humildes, sino también en la más alta sociedad aristocrática; en la misma corte se había abierto paso el Evangelio de Cristo.

La unidad de la Iglesia en el obispo de Roma, suprema autoridad como sucesor de San Pedro, era una realidad. La jerarquía se desarrollaba por medio de los obispos, presbíteros, diáconos, doctores, profetas... El culto, basado en la celebración de la llamada liturgia o fracción del pan y compuesto por lecturas del Antiguo y Nuevo Testamento, por homilías y oraciones, constituía el punto céntrico de las reuniones cristianas y servía de fuerza propulsora para el apostolado y constancia en la fe.

Sobre este horizonte lleno de luz y de sol asomaban nubes de tormenta; la escisión y el desorden empezaban a desgarrar a algunas comunidades cristianas. En la Iglesia de Corinto, por ejemplo, acababa de surgir un conflicto ruidoso.

Con su población mezcla de elementos muy heterogéneos, comerciantes, marinos, burgueses y esclavos, situada entre los mares Egeo y Jónico, Corinto era en la antigüedad uno de los centros principales del comercio mediterráneo. Erigida en colonia romana, adquirió bien pronto un carácter cosmopolita; la ligereza de costumbres que encontramos en todo el paganismo helénico degeneraba en Corinto en un libertinaje que llegó a ser proverbial y que chocaba incluso a los mismos paganos. La comunidad cristiana, fundada por San Pablo y visitada por San Pedro, se encontraba a fines del siglo I en una situación religiosa moral bastante delicada.

Los judíos, aunque convertidos, permanecían en todo momento muy vinculados a la ley mosaica. Los griegos, ligeros, charlatanes empedernidos y partidistas por temperamento, pronto dieron libre cursc en la nueva comunidad a sus defectos naturales. Más peligrosos eran todavía los miembros que se creían en posesión de carismas o gracias extraordinarias, porque pretendían administrar y ordenar todo en su Iglesia.

Al abandonar San Pablo la ciudad de Corinto no confió a los carismáticos el gobierno de su comunidad; allí, como en otras partes, se había constituido un colegio de presbíteros que con prudencia ejercía sus funciones; pero el sentido práctico de estos pastores, su constante preocupación por evitar todo escollo, no agradaba a los audaces carismáticos, quienes no dudaron en desacreditarlos por todos los medios a su alcance; hubo alborotos, disputas; varios miembros del colegio presbiteral fueron depuestos, y, dada la situación geográfica de Corinto, el desorden podía propagarse a otras ciudades de Grecia. El espíritu helénico, particularista y muy pagado de sí mismo, se sometía con dificultad a la ley fundamental que establece la jerarquía como principio de doctrina y gobierno. Cuarenta años antes, San Pablo tuvo que amonestar vivamente a los corintias por su exclusivismo al manifestarse como seguidores de Pedro, Pablo o Apolo.

Para conjurar este peligro y aplastar el cisma en sus comienzos se necesitaba algo más que las exhortaciones de un doctor o un profeta; era necesaria la decisión de un jefe supremo y juez soberano. La Iglesia de Roma, con plena conciencia de su misión, se creyó en la obligación de intervenir, y así envió a la Iglesia de Corinto, por medio de Claudio Efebo, Valerio Brito y Fortunato, una carta escrita en griego, lengua de la Iglesia en aquel tiempo, llena de sabiduría y suave autoridad, en la que recomendaba la caridad fraterna y el respeto y obediencia a los superiores.

Esta carta, este grande y admirable escrito, en frase de Eusebio de Cesarea; este documento precioso, que Orígenes cita con veneración y que los primeros cristianos equiparaban a las Sagradas Escrituras, no lleva, sin embargo, nombre de ningún autor; el documento se presenta en su solemne encabezamiento como escrito por la Iglesia de Dios que peregrina en Roma a la Iglesia de Dios que peregrina en Corinto. Sin embargo, una tradición muy firme y muy antigua, casi contemporánea a la misma carta, la atribuya al obispo de Roma más famoso del siglo I, Clemente, tercer sucesor de San Pedro, después de Lino y Anacleto: esto mismo se deduce de la lectura misma de la carta de los corintios. Sólo el obispo podía hablar de esa manera en nombre de su Iglesia.

El nombre de San Clemente es uno de los más ilustres y venerados de la antigüedad cristiana. Poco tiempo después de su muerte su figura aparece rodeada de una aureola maravillosa; mientras los fieles invocan su autoridad, los herejes buscan abrigo a la sombra de tan venerado nombre. Se le cita en el canon de la misa; aparece en los más antiguos calendarios; pero, como sucede con frecuencia, la celebridad le ha perjudicado al envolverle en las nubes de la leyenda, que nos impiden observar la fisonomía verdadera de su alma. Sus actas son una de ,aquellas novelas edificantes que tanto apasionaban en la Edad Media; pueden, sin embargo, recogerse en ellas rasgos auténticos que parecen eco de las tradiciones históricas.

La antigua leyenda le emparentó con la familia imperial; modernamente se ha intentado identificarle con el célebre primo de Domiciano, el cónsul Tito Flavio Clemente, a quien el emperador mandó eiecutar por crimen de "ateísmo", es decir, cristianismo. Es muy posible que fuera un liberto o hijo de liberto de la casa Flavia. Muy probablemente no procedía del paganismo, sino del judaísmo, y tal vez se trate, en opinión de Orígenes, del Clemente a quien San Pablo cita en la carta a los filipenses como colaborador suyo.

Pero como, en expresión de fray Luis de León, "las escrituras que por los siglos duran nunca las dicta la boca, del alma salen", tenemos en nuestras manos su carta, esa admirable carta en la que podemos con absoluta confianza y seguridad contemplar al trasluz el alma grande de este tercer obispo de Roma, Clemente. Se descubre en esta carta un alma que vive de una fe cristiana muy profunda, que se apoya en la revelación divina del Antiguo y Nuevo Testamento, que recurre a la oración, en la que caldea su alma sedienta de Dios y la fortalece para las luchas que ha de sostener.
Testigo del pensar y del sentir de su tiempo, acoge en su seno las aspiraciones literarias, artísticas y filosóficas más nobles de sus contemporáneos, y como no se arredra ante la naturaleza, obra de Dios, tampoco teme la especulación y el arte humano, que son, en su última raíz, tanteos del alma para encontrar y llegar a Dios. Frente al paganismo que le rodea, demuestra una comprensión simpáticamente acogedora por todo lo noble y bueno que en él existe. No sólo conoce la mitología, sino que llega a proponer a la imitación y admiración de los cristianos corintios los ejemplos de abnegación heroica de ilustres paganos.

En el Pontífice que está a la cabeza de la Iglesia de Roma alienta la simpatía más verdadera, más noblemente humana, transformada y elevada por la fe cristiana. La lengua, acostumbrada a la oración, ha tomado un acento litúrgico. La admirable oración que cierra la epístola es uno de los documentos que nos dan a conocer mejor la antigua liturgia; en ella se oye la voz de un obispo que, al final de su exhortación, se vuelve hacia Dios, como acostumbraba hacer al término de sus homilías. En efecto, este documento es una homilía. Clemente sabe que allá en Corinto la leerán en la asamblea de hermanos y se dirige a esos cristianos ausentes, como se dirigiría a sus cristianos de Roma exhortándoles, reprendiéndoles, pero al mismo tiempo llevándoles a orar a Dios con él.

Haciendo alusión a los desórdenes que reinan en Corinto y recordando la necesidad de someterse al orden establecido por Dios en todas las cosas, pero principalmente en su Iglesia, "es preciso, dice, someterse con humildad al orden establecido; hermanos seamos humildes de espíritu, depongamos la soberbia y toda arrogancia, haciendo lo que es justo y recto". Lo que constituye la belleza de la creación, del "cosmos", y realza su hermosura es precisamente la armonía y el orden que existe en todas las cosas. "El océano tiene sus leyes, las estaciones se suceden unas a otras apaciblemente; el gran artífice, el obrero del mundo ha querido que todo sea ordenado en una conformidad perfecta". El mismo designio se observa en el funcionamiento del organismo humano: "la cabeza no es nada sin los pies, pero a su vez los pies serían inútiles sin la cabeza; los más pequeños miembros son necesarios o útiles al conjunto y todos conspiran y se ordenan de consuno a la conservación de todo el cuerpo". Recuerda que en el Antiguo Testamento, Dios, autor directo de la ley, había instituido una jerarquía compuesta de cuatro grados: laicos, levitas, sacerdotes y el sumo sacerdote, y que los apóstoles, habiendo recibido las instrucciones de Nuestro Señor Jesucristo, que hablaba de parte de Dios, su Padre, fueron a anunciar el Evangelio, y escogían los que habían sido primicias de su apostolado, y habiéndoles probado por el Espíritu Santo, los establecía obispos y diáconos de los que debían de creer".

El obispo de Roma no duda, en fin, comparar la disciplina eclesiástica con la disciplina militar. Es verdad, dice Clemente, que la sociedad cristiana no es solamente un ejército, sino más bien un rebaño guiado par Cristo; más aún: es el mismo Cuerpo de Cristo. "El rebaño debe vivir en paz bajo la obediencia y tutela de los presbíteros y los miembros del Cuerpo de Cristo no deben estar separados de su cabeza. Abandonemos, pues, las investigaciones hueras y vanas y sigamos el canon venerable y glorioso de nuestra tradición."

Después de una bella oración termina Clemente su carta con estas palabras, reveladoras de su autoridad firme y serena: "alegría y regocijo nos proporcionaréis si, obedeciendo a lo que os acabamos de escribir impulsados por el Espíritu Santo, cortáis de raíz la impía cólera de vuestra envidia conforme a la súplica con que en esta carta hemos hecho por la paz y la concordia; y lo hemos hecho así para que sepáis que toda nuestra preocupación ha sido y sigue siendo que cuanto antes volváis a recobrar la paz".

En el mismo amanecer del cristianismo, el Romano Pontífice ha tenido conciencia de su autoridad, como sucesor de San Pedro, y al sentirse en posesión de ese derecho ha actuado, en virtud de su suprema jurisdicción, en la solución de uno de los primeros conflictos que surgieron en la naciente Iglesia. Esta actuación en la época y circunstancias concretas ha proporcionado a Clemente un lugar destacado en la historia de la Iglesia.

La carta del Pontífice tuvo tan grata acogida que setenta años más tarde, según testimonio de Dionisio de Corinto, se leía los domingos en la asamblea de los fieles. Roma ordenó y fue  obedecida.
La carta, sin fecha, fue  escrita al término de una persecución, la de Domiciano, según se desprende de sus primeras frases: "Hemos estado afligidos por una serie de calamidades que han caído sobre nosotros de una manera imprevista". Nadie podía prever, en efecto, que la ambición del poder transformara tan violentamente a "uno de los más" honrados gobernantes", como dice Suetonio, en un monstruo que hizo temblar a los cristianos. Asesinatos, deportaciones de toda clase de gentes fueron efectos de la persecución.

Clemente pudo salvar su vida en aquella tormenta, pero pronto la entregó en holocausto por su fe. El año 100 gobernaba el Imperio  uno de lbs más grandes y mejores emperadores, Trajano. Soldado hijo de soldado de un patriotismo ardiente, pero estrecho, tenia un sentido tan vivo de las prerrogativas del Estado que consideraba la unidad del Imperio como una especie de divinidad a la que había que sacrificar todo. Como esta unidad descansaba sobre la unidad del culto religioso, fue  fácil prever desde el comienzo de su reinado la amenaza de una nueva persecución.
Martirio de San Clemente I
Sin violencia, al amparo de una legislación ilógica, como hace notar Tertuliano, se hizo perseguidor de la Iglesia, y, una de sus víctimas fue  Clemente.

Según actas griegas del siglo iv de carácter muy legendario y de valor histórico, a causa de una sedición popular fue desterrado al Quersoneso, la Crimea de nuestros ,días, y como se negase a sacrificar fue  arrojado al mar con una áncora atada al cuello.

Ni San lreneo, ni Eusebio, ni San jerónimo, que hablan de este ilustre Papa, dicen nada de su  martirio.  Sin embargo, la tradición del martirio de San Clemente aparece sólidamente establecida desde fines del siglo iv en Roma.

La figura de San Clemente quedará a los ojos de la historia como la de un noble campeón de la unidad cristiana.

En un momento difícil y decisivo supo mantener enérgicamente los derechos de la primacía romana y cumplió su. misión con la suavidad y dulzura del pastor de todo el rebaño de Cristo.
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PEDRO ALCORTA MAÍZ - mercaba.org

noviembre 21, 2013

San Gelasio I, Papa

San Gelasio I, Papa
Noviembre 21
 
49 -San Gelasio I: Africa; Marzo 1, 492 - Noviembre 21, 496.
Nació en Roma, oriundo africano. Elegido el 1.III.492, murió el 21.XI.496. Instituyó el Código para uniformar funciones y ritos de las varias Iglesias. Por su caridad fue llamado "Padre de los pobres". Defendió la supremacía de la iglesia ante la del Rey. Introdujo en la misa el "Kyrie eleison".
Martirologio Romano: Junto a la basílica de San Pedro, en Roma, san Gelasio I, papa, esclarecido por su doctrina y santidad, el cual, para que la autoridad imperial no perjudicara la unidad de la Iglesia, aclaró a fondo las características propias de las dos potestades y su mutua independencia. Movido por su caridad sin medida y las necesidades de los indigentes, murió en la más extrema pobreza. (492-496).

No se sabe si nació en África o era romano de origen, pero sí consta que fue elegido pontífice en el 492 y que reinó cuatro años y medio, distinguiéndose por su energía.

Parece que no es obra suya el Decreto Gelasiano que contiene una lista de los libros del canon bíblico, pero sí hay que atribuirle reformas litúrgicas y sin ninguna duda una actitud muy firme respecto a los herejes: combatió implacablemente a pelagianos, nestorianos y monofisitas, e hizo quemar los libros de los maniqueos.

También hombre de una pieza en el conflicto que le enfrentó a un obispo cismático de Constantinopla, afirmando en todo momento la primacía de la sede romana, sin olvidar que formuló con claridad, quizá por primera vez, la supeditación que en último término debe el poder temporal al espiritual.

Este esquemático repaso a sus actividades le señala como un papa que no perdía el tiempo y que en menos de un lustro dejó huella en todas las cuestiones relativas a la fe y a la disciplina. Su figura se ve así envuelta en un aura de inflexibilidad.

Aunque la idea más común acerca de ser santo se relaciona con blandas efusiones teñidas de sentimentalismo, la santidad estriba muchas veces en ser duro. San Gelasio, defendiendo el depósito de la fe y la Iglesia de Roma es inflexible, no retrocede ni una pulgada; y también ha pasado a la historia como «padre de los pobres», porque para él caridad significaba las dos cosas, ser de hierro custodiando la herencia de Dios y de cera y miel para las necesidades de sus hermanos.
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Italia. Nacido en Roma, procedente de una familia africana, fue tan importante para la vida de la Iglesia como san León Magno, a pesar de que reinó poco tiempo. Dionisio el Exiguo, que vivió en Roma pocos años más tarde y recogió la memoria inmediata de su vida, have de Gelasio un retrato impresionante: su humildad, su determinación en el servicio de los demás, sus mortificaciones personales, su conocimiento de la Biblia, su oración y su piedad, le convierten en el Buen Pastor por excelencia. Fue el primero en usar el título de vicario de Cristo. A diferencia de sus inmediatos antecesores, fue un excelente teólogo: de ahí la claridad que emana de sus abundantes documentos. Destaca en especial el llamado Decreto gelasiano, que proporciona la lista de libros canónicos del Nuevo Testamento y también de los apócrifos.
 
La guerra que permitió a Teodorico adueñarse de Italia había causado graves quebrantos económicos: miles de refugiados cayeron sobre Roma provocando serios problemas de subsistencia. A ellos tuvo que atender Gelasio, poniendo en práctica los preceptos de la caridad. Por vez primera se redactó entonces un Líber censuum que permitía conocer todas las rentas a disposición de la Sede Apostólica: eran copiosas y sus propiedades –especialmente las de Cerdeña y Sicilia– permitían disponer de abundantes reservas de trigo. Gelasio dispuso que de las rentas se hicieran cuatro partes: una para el papa, que empleaba en limosnas para remedio de tanta miseria; otra parte para el clero; la tercera para repartir entre los pobres; la cuarta y última para la fábrica de las iglesias. Sus excelentes relaciones con Teodorico, pese a ser arriano, dieron a Roma el grado de tranquilidad que necesitaba. G. Pomares {Celase 1, París, 1959) señala cómo su obra más importante consiste en haber rematado el proceso de conversión de Roma en ciudad cristiana, suprimiendo la última reliquia de las fiestas paganas, las Lupercalia, degeneradas en un grosero carnaval.
 
Oriente. El problema fundamental seguía siendo el de las relaciones con Oriente, interrumpidas desde el año 484 por la excomunión de Acacio. El sucesor de éste reclamaba, para suscribir el documento de fe de Calcedonia, que se anulase el decreto de excomunión, pero en esto iba envuelta la negación del primado de Roma. Gelasio se negó: a lo único que accedería fue a perdonar a uno de los legados, Miseno, obispo de Cumas (13 de mayo del 495) porque la falta de éste afectaba únicamente a la disciplina. Se declaró absolutamente decidido a defender hasta el último extremo lo que, andando el tiempo, llegaría a definirse como infalibilidad pontificia. Estas son sus palabras: «Lo que la Sede Apostólica afirma en un sínodo, adquiere valor jurídico; lo que él ha rechazado no tiene fuerza de ley.»
 
En una carta al emperador Anastasio y en algunos otros textos doctrinales, expuso por vez primera con absoluta nitidez las relaciones entre los dos poderes. «Dos poderes gobiernan el mundo: la autoridad sacra del pontífice y el poder imperial. Del uno y del otro son los sacerdotes quienes soportan el mayor peso, pues en el Juicio Final tendrán que rendir cuentas, no sólo de sí mismos, sino también de los reyes.» Desde una posición de fe absoluta esta doctrina aparece como resultado de una lógica meridiana, pues el único fin de la existencia humana consiste en alcanzar la vida eterna, mientras que los bienes temporales, entre los que se cuenta el gobierno, son solamente medios para asegurar a los súbditos ese fin. Completando esta idea dijo que nadie podía colocarse «por encima de aquel hombre a quien la misma palabra de Cristo ha colocado sobre todos los hombres y al que la venerable Iglesia file ha reconocido como su primado». Gelasio explicaba la recíproca autonomía de ambos poderes, pero declarando que los dos están sometidos al orden moral del que la Iglesia es file custodia.
 
La abundante correspondencia conservada revela la preocupación del papa por imponer estas doctrinas y la satisfacción que le producían las sedes de Italia y, en general de Occidente, porque no ponían dificultades de obediencia. En el sínodo del 494 se tomaron importantes medidas disciplinarias acerca de la ordenación de. sacerdotes y de la acción pastoral. Se le ha atribuido el más antiguo de los formularios conservados para la administración de sacramentos.
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Fuente: conoze.com

noviembre 19, 2013

San Anastasio II, Papa


San Anastasio II, Papa
Noviembre 19

50 -Anastasio II: Roma; Noviembre 24, 496 - Noviembre 19, 498. Nació en Roma. Elegido el 24.XI.496, murió el 19.XI.498. Intervino en la conversión de Clodoveo, rey de los Francos y de su pueblo. Fue débil con los cismáticos y fue acusado de herejía. Dante Alighieri lo puso en el Infierno.
(496-498) Nació en Roma. Débil de carácter y demasiado conciliador, y deseando poner fin al cisma se mostró proclive a hacer concesiones a la Iglesia de Oriente, muy próxima a la posición monofisita de Eutiques. Este comportamiento le valió muchas antipatías por parte del clero y del pueblo.

No estuvo a la altura de Gelasio, sobre todo en lo que se refiere a mantener alto el prestigio y la autoridad de la sede de Roma.

Siendo él mismo acusado de herejía, pasó a la historia acompañado por esta fama, hasta tal punto que se mereció un lugar en el Infierno de Dante. Durante su pontificado se convirtió al Cristianismo Clodoveo, rey de los Francos.

Legado de San Anastasio II: Rompió el mito de no poder intervenir en una converasación con Clodoveo, rey de los francos. Fue acusado de hereje
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noviembre 13, 2013

San Nicolás I (el Grande), Papa

San Nicolás I (el Grande), Papa 
Noviembre 13

105 -San Nicolás I (el Grande): Roma; Abril 24, 858 -Noviembre 13, 867.
Nació en Roma. Elegido el 24.IV.858, murió el 13.XI.867. Después de varias disputas con el Emperador Ludovico II, organizó junto con éste una armada contra los sarracenos. Defendió exhaustivamente la libertad de la Iglesia contra Forzio. Fijó la fiesta de la Asunción al 15 de agosto.
Nació en Roma, en fecha desconocida; falleció el 13 de Noviembre del 867. Fue uno de los grandes papas de la Edad Media, con una influencia decisiva sobre el desarrollo histórico del papado y su posición entre las naciones Cristianas de Europa Occidental. Provenía de una familia distinguida, siendo hijo del Defensor Teodoro, y contó con una excelente base académica. Ya notable por su religiosidad, benevolencia, capacidad, conocimientos y elocuencia, él ingresó, a muy temprana edad, al servicio de la Iglesia, siendo nombrado subdiácono por el Papa Sergio II (844-47), y diácono por León IV (847-55). A la muerte de Benedicto (el 7 de Abril del 858) el Emperador Luis II, quien se hallaba en las cercanías de Roma, ingresó a la ciudad para influir en la elección. El 24 de Abril, Nicolás fue elegido papa, y el mismo día fue consagrado y entronizado en San Pedro, en presencia del emperador. Tres días más tarde, él ofreció un banquete de despedida al emperador y después, acompañado por los nobles romanos, fue a visitarlo a su campamento frente a la ciudad, ocasión en la que el emperador dio el encuentro al papa y condujo su caballo durante un trecho.

En ese entonces, el Cristianismo estaba en un estado de grave decaimiento. El imperio de Carlomagno había quedado deshecho, el territorio Cristiano estaba amenazado desde el norte y el este, y el Cristianismo parecía al borde de la anarquía. La moralidad Cristiana era despreciada; muchos obispos eran mundanos e indignos de su cargo. Había el peligro de una declinación universal de la civilización superior. El Papa Nicolás apareció como un representante consciente de la Supremacía Romana en la Iglesia. Él tenía un elevado concepto de su misión para la reivindicación de la moral cristiana, la defensa de la ley de Dios contra los poderosos obispos.

El Arzobispo Juan de Rávena oprimía a los habitantes del territorio papal, trataba con violencia a sus obispos diocesanos, les exigía dinero injustamente, y encarcelaba ilegalmente a los sacerdotes. También falsificaba documentos para sustentar sus reclamos ante la Sede Romana y maltrataba a los delegados papales. Dado que las advertencias del Papa no daban resultados, y que el arzobispo ignoraba tres veces los llamados para que se presentara ante el tribunal papal, fue excomulgado. Habiendo primero visitado al Emperador Luis en Pavia, el Arzobispo regresó a Roma, con dos delegados imperiales, donde Nicolás lo citó ante el Sínodo Romano reunido en el otoño de 860. Ante esto, Juan huyó de Roma. El Papa fue en persona a Rávena, donde investigó y normó con justicia todo lo que era necesario. Al apelar nuevamente ante el emperador, éste recomendó al arzobispo que se sometiera al papa, lo que hizo en el Sínodo Romano de Noviembre del 861. Sin embargo, posteriormente, este arzobispo pactó con los arzobispos excomulgados de Trier y Cologne, por lo que nuevamente fue excomulgado, y nuevamente forzado a someterse al papa.

Otro conflicto se produjo entre Nicolás y el Arzobispo Hincmar de Reims: esto tenía que ver con las prerrogativas del papado. El Obispo Rothad de Soissons había apelado ante el papa contra la decisión del Sínodo de Soissons, del año 861, que lo había depuesto; Hincmar se opuso a la apelación ante el papa, pero eventualmente tuvo que reconocer el derecho del papa de tomar conocimiento de causas legales importantes (causæ majores) y opinar sobre ellas. Otra disputa se produjo entre Hincmar y el papa, por la elevación del clérigo Wulfad a la Sede Arzobispal de Bourges, pero también aquí Hincmar finalmente se sometió a los decretos de la Sede Apostólica y los Sínodos Francos emitieron las ordenanzas correspondientes.

Nicolás demostró igual celo en otros esfuerzos para mantener la disciplina eclesiástica, sobre todo en lo referente a las leyes sobre el matrimonio. Ingiltrud, esposa del Conde Boso, había dejado a su esposo para irse con su amante; Nicolás ordenó a los obispos en los dominios de Charles the Bold, excomulgarla a menos que regresara con su esposo. Ya que ella ignoró las citaciones para presentarse ante el Sínodo de Milán en el año 860, fue excomulgada. El papa también se vio envuelto en una desesperada lucha acerca de la inviolabilidad del matrimonio, con Lothair II de Lorraine. Lothair había dejado a Theutberga, su legítima esposa, para casarse con Waldrada. En el Sínodo de Aachen, el 28 de Abril del 862, los obispos de Lorraine, sin importarles sus funciones, aprobaron esta unión ilícita. En el Sínodo de Metz, en Junio de 863, los delegados papales, sobornados por el rey, confirmaron la decisión de Aachen, y condenaron a Theutberga en ausencia. Ante esto, el papa llevó este asunto ante su propio tribunal.

Los dos arzobispos, Günther de Cologne y Thietgaud de Trier, que habían llegado a Roma como delegados, fueron llamados a presentarse ante el Lateran Synod de Octubre de 863, donde el papa los condenó y destituyó, al igual que a Juan de Rávena y Hagano de Bergamo. El Emperador Luis II hizo suya la causa de los obispos destituidos, en tanto que el Rey Lothair avanzó sobre Roma con su ejército y puso a la ciudad bajo sitio, debido a lo cual el papa se vio confinado y sin alimentos, durante dos días, en San Pedro. No obstante, Nicolás no cedió en su determinación; el emperador, luego de reconciliarse con el papa, se retiró de Roma y ordenó a los Arzobispos de Trier y Cologne que regresaran a sus lugares de origen. Nicolás nunca dejó de intentar que se reconciliaran Lothair y su esposa legítima, pero sin lograrlo. Otro caso matrimonial en el que intercedió Nicolás fue el de Judith, hija de Charles the Bold, quien se había casado con Baldwin, Conde de Flanders, sin el consentimiento de su padre. Los obispos Francos habían excomulgado a Judith, y Hincmar de Reims estaba en contra de ella, pero Nicolás les pidió ser indulgentes, para proteger la libertad de matrimonio. Él, en muchos otros asuntos eclesiásticos, también emitió cartas y decisiones y tomó medidas contra los obispos que incumplían sus funciones.

En el tema del emperador y los patriarcas de Constantinopla, Nicolás se mostró como el líder de la Iglesia por designación Divina. En violación de la ley eclesiástica, el Patriarca Ignatius fue destituido en 857, ascendiendo ilegalmente Photius a la sede patriarcal. En una carta dirigida (8 de Mayo de 862) a los patriarcas del Oriente, Nicolás les invocó a ellos y a todos sus obispos, a desconocer a Photius, y en un Sínodo Romano de Abril de 863, él excomulgó a Photius. Él también alentó la actividad misionera de la Iglesia. Él aprobó la unión de las sedes de Bremen y Hamburgo, y confirmó a San Anschar, Arzobispo de Bremen, y sus sucesores como delegados papales ante Daneses, Suecos, y Eslavos. Bulgaria, habiendo sido convertida por los misioneros Griegos, su gobernante, el Príncipe Boris, en Agosto de 863, envió una comunicación al papa con ciento seis preguntas acerca de las enseñanzas y la disciplina de la Iglesia. Nicolás respondió exhaustivamente dichas preguntas en la célebre "Responsa Nicolai ad consulta Bulgarorum" (Mansi, "Coll. Conc.", XV, 401 sqq.). La carta muestra cuán fuerte era el deseo de él para fomentar los principios de una earnest vida Cristiana en este pueblo recién convertido. Al mismo tiempo, él envió una embajada el Príncipe Boris, con el encargo de aplicar sus esfuerzos personales para lograr el objetivo del papa. No obstante ello, finalmente Boris se afilió a la Iglesia Oriental.

En Roma, Nicolás reconstruyó y dotó de fondos a diversas iglesias y permanentemente buscó promover la vida religiosa. Su propia vida estaba guiada por un espíritu de gran ascetismo y profunda religiosidad Cristiana. Los ciudadanos de Roma le profesaban una gran estimación, como lo era por sus contemporáneos en general (cf. Regino, "Chronicon", ad an. 868, in "Mon. Germ. Hist." Script.", I, 579), y se le consideró como un santo al morir. Un tema de gran discusión y que es importante para juzgar la posición de este papa, es si él utilizó los forged pseudo-Isidorian papal decretals. Luego de una exhaustiva investigación, Schrörs ha concluido que el papa nunca tuvo conocimiento de la colección pseudo-Isidorian en toda su extensión, ni empleó alguna de sus partes; que tal vez él había tenido un conocimiento general de los false decretals, pero no fundamentó en ellos su visión de la ley, y que su conocimiento de ellos se debía únicamente a documentos que le llegaron del Imperio Franco [Schrörs, "Papst Nikolaus I. und Pseudo-Isidor" in "Historisches Jahrbuch", XXV (1904), 1 sqq.; Idem, "Die pseudoisidorische 'Exceptio spolii' bei Papst Nikolaus I" in "Historisches Jahrbuch", XXVI (1905), 275 sqq.].
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P. KIRSCH Transcrito por Chris Hidley
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Traducido al español por Manuel Guevara

noviembre 10, 2013

San León I Magno, Papa y Doctor de la Iglesia

San León I Magno, Papa y Doctor de la Iglesia
Noviembre 10

45 -San León I magno: Tuscany; Septiembre 29, 440-Noviembre 10, 461.
Italiano de Toscana. Elegido el 29.XI.440, murió el 10.IX.461. Fue llamado "El Grande" por la energía usada para mantener la unidad de la Iglesia. Proclamó el 4 y 5 concilio Ecuménico. Definió el misterio de la Encarnación. Solo e indefenso arrestó el "fragelo de Dios" (Atila) camino de Roma.
Martirologio Romano: Memoria de san León I, papa, doctor de la Iglesia, que, nacido en Etruria, primero fue diácono diligente en la Urbe y después, elevado a la cátedra de Pedro, mereció con todo derecho ser llamado “Magno”, tanto por apacentar a su grey con una exquisita y prudente predicación como por mantener la doctrina ortodoxa sobre la encarnación de Dios, valientemente afirmada por los legados delConcilio Ecuménico de Calcedonia, hasta que descansó en el Señor en Roma, donde en este día tuvo lugar su sepultura en San Pedro del Vaticano (461).

El Papa León, que nació en Toscana a fines del siglo IV, es recordado en los textos de historia por el prestigio moral y político que demostró ante la amenaza de los Hunos de Atila (a los que logró detener sobre el puente Mincio) y de los Vándalos de Genserico (cuya ferocidad mitigó en el saqueo de Roma del 455). Elevado al solio pontificio en el 440, en sus 21 años de pontificado (murió el 10 de noviembre del 461) llevó a cabo la unidad de toda la Iglesia alrededor de la sede petrina, impidiendo usurpaciones de jurisdicción, arrancando de raíz los abusos de poder, frenando las ambiciones del patriarcado constantinopolitano y del vicariato de Arles.

Desafortunadamente, no existen muchas noticias biográficas de él. Al Papa León no le gustaba hablar mucho de sí en sus escritos. Tenía una idea elevadísima de su función: sabía que encarnaba la dignidad, el poder y la solicitud de Pedro, jefe de los apóstoles. Pero su posición de autoridad y la fama de rigidez y hieratismo no le impedían comunicar el calor humano y el entusiasmo de un hombre de Dios, que se notan por los 96 Sermones y por las 173 cartas que han llegado hasta nosotros. Sobre todo las homilías nos muestran al Papa, uno de los más grandes de la historia de la Iglesia, paternalmente dedicado al bien espiritual de sus hijos, a los que les habla en lenguaje sencillo, traduciendo su pensamiento en fórmulas sobrias y eficaces para la práctica de la vida cristiana.

Sus cartas, por el estilo culto, demuestran su rica personalidad. De espíritu comprensivo y previsor, se destacó también por su impulso doctrinal, participando activamente en la elaboración dogmática del grave problema teológico tratado en el concilio ecuménico de Calcedonia, pedido por el emperador de Oriente para condenar la herejía del monofisismo.

Su famosa Epistola dogmatica ad Flavianum, leída por los delegados romanos que presidían la asamblea, presentó el sentido y también las fórmulas de la definición conciliar, creando así una efectiva unidad y solidaridad con la sede de Roma. León fue el primer Papa que recibió de la posteridad el epíteto de “magno”, grande, no sólo por las cualidades literarias y la firmeza con la que mantuvo en vida al decadente imperio de Occidente, sino por la solidez doctrinal que demuestra en sus cartas, en sus sermones y en las oraciones litúrgicas de la época en donde se ven evidentes su sobriedad y precisión características.


Murió el año 461.
“San León I, elegido obispo de Roma en el 440 y muerto el 461 fue un papa de momentos de crisis. Tenía un espíritu suficientemente magnánimo como para hacerle frente (misal del Vaticano II 1973, p.1657).

León, probablemente de origen toscano, nació entre el 390 y el 400, pero romano por su educación y mentalidad, se distinguió como archidiácono en tiempos de Celestino I en el desempeño de importantes misiones dentro de la Iglesia. Tal vez fuera el acólito que, en el 418, llevó a Cartago la condena de los pelagianos1 de parte del papa Zósimo. Como archidiácono indujo a Casiano a escribir un tratado doctrinal (sobre la Encarnación) contra los nestorianos2 que está destinado a él (lo llama “gloria de la cátedra de Roma”).

Durante el Concilio de Éfeso (431) es destinatario de una carta de Cirilo de Alejandría que informaba a la Iglesia romana de las ambiciones de Juvenal de Jerusalén. Por consejo suyo, el papa Sixto III descubrió los engaños de Juan de Eclana, abiertamente favorable a los pelagianos.

Cuando estaba en la Galia, en la corte imperial para una delicada operación de reconciliación que evitaría una guerra civil entre Ezio y Albino, fue elegido por el clero y el pueblo romano3 para suceder al papa Sixto III en la cátedra de Pedro. Era el año 440 y por 21 años rigió la Iglesia. La obra de su pontificado puede dividirse en dos períodos, marcados por acontecimientos importantes.

Su secretario, san Próspero de Aquitania, nos narra que durante el primer período convocó a una asamblea en contra de la secta de los maniqueos4, quienes con anterioridad ya habían sido condenados por el papa Inocencio I. Lo mismo hizo con los pelagianos, ya condenados junto con los nestorianos en el Concilio de Éfeso (431). También intervino contra los priscilianistas.5
Rebatiendo el principio priscilianista, decía bellamente en su carta a santo Toribio de Astorga:

“Imaginan la metempricosis para explicar la diversidad de las condiciones humanas, sin pensar que la gracia de Dios nivela todas estas desigualdades porque los que permanecen fieles a través de los trabajos de esta vida no pueden ser desgraciados; y por eso la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo no se preocupa de las desigualdades del mundo, pues ella no busca los bienes temporales.”

Para determinar las condiciones de las ordenaciones de los obispos, intervino también en África, azotada por la invasión de los vándalos arrianos.

El segundo período de su pontificado se caracterizó por la lucha contra el monofisismo de Eutiques, archimandrita en Constantinopla, y quien era el monje más venerado de la ciudad pues llevaba 70 años de vida de asceta. Además, desde el año 441, era una potencia política; su ahijado, el eunuco Crisafio, se había convertido en el omnipotente favorito del débil emperador Teodosio II. También lo apoyaba Dióscoro, el patriarca de Alejandría. Eutiques defendía la herejía llamada monofisismo: “en Cristo sólo hay una naturaleza, pues la divina absorbe la humana”.

Eusebio, obispo de Dorilea (Frigia, Asia Menor) denunció la herejía en un sínodo local (448). Flaviano, aterrado ante la perspectiva de un conflicto con la corte, quiso echar tierra al asunto, pero en vano. El archimandrita, obligado a comparecer ante el sínodo, promovió ruidosa manifestación de monjes, soldados y plebe, pero fue excomulgado y desterrado. Con todo confiado en sus patronos, no aceptó la sentencia y apeló a los concilios de Roma, Alejandría, Jerusalén y Tesalónica.

Al recibir san León la apelación de Eutiques, escribió a Constantinopla pidiendo informes y quejándose del silencio de Flaviano. Cuando aquellos llegaron, confirmó totalmente la sentencia. Al saberse la decisión en la capital, el emperador prohibió que se ejecutara la sentencia contra Eutiques y se empeñó en rehabilitarlo, convocando otro concilio ecuménico en Éfeso, con Dióscoro de Alejandría como presidente.

El emperador pidió al papa León que asistiera al concilio, pero éste se excusó alegando que se temía la invasión de los hunos. Envió a varios representantes.

Entre las cartas del Papa había una excepcional dirigida al obispo Flaviano: “Tomo a Flaviano”. En estilo claro y enérgico san León expone la doctrina católica:

“El que es verdadero Dios, es también verdadero hombre, ni hay en esta unión falsía ninguna cuando se juntan en uno la bajeza del hombre y la alteza de la divinidad, porque como Dios no se muda por la compasión, tampoco desaparece el hombre por la dignidad. Ambas formas (o naturalezas) obran en unión con la otra lo que a cada una le toca; el Verbo have lo que es del Verbo y la carne (humanidad) lo que es de la carne, mientras lo divino resplandece por los milagros, lo humano sucumbe a las injurias, y así como el Verbo no deja de participar de igual gloria que el Padre, así la carne no deja de ser de la misma naturaleza que la nuestra. Él mismísimo es al mismo tiempo verdadero Hijo de Dios y verdadero Hijo del Hombre.”

El 8 de agosto se reunían en Éfeso 150 obispos presididos por Dióscoro. Los legados del Papa fueron relegados a segundo término. Dióscoro obligó a los obispos a declarar inocente a Eutiques, a condenar la doctrina de las dos naturalezas y a deponer a Flaviano y a Eusebio de Dorilea. Los legados pontificios protestaron y Dióscoro, con el pretexto de que lo amenazaban, mandó a abrir las puertas y ordenó que entraran los guardias imperiales para restablecer el orden y protegerlo.

Los atropellos cometidos por monjes y soldados exaltados fueron brutales. Flaviano, que se había acogido al altar mayor, fue maltratado de un modo tan salvaje que aunque logró salir con vida e incluso escribir al Papa murió a los tres días camino del destierro.

Dióscoro informó tendenciosamente de la primera sesión, y en la segunda declaró desposeídos a tres obispos calificados de nestorianos. Dióscoro hizo aprobar los anatematismos de san Cirilo de Alejandría y dio por terminado el concilio.

Cuando san León supo lo acontecido escribió inmediatamente al emperador declarando nulo todo lo hecho y excomulgando a Dióscoro. En otra carta lo llamó “latrocinio” (sínodo de ladrones), con el que lo conoce la historia. En cambio el emperador aprobó el concilio, pero al morir, a consecuencia de una caída de caballo, el asunto tomó otro carácter.

La hermana mayor del emperador Pulquería asumió el gobierno, se casó con el anciano y venerado general Marciano, a quien proclama emperador. Los nuevos emperadores apoyaron al Papa haciendo regresar a sus diócesis a los obispos desposeídos por el latrocinio de Éfeso e hicieron llevar a Constantinopla las cenizas de Flaviano para depositarlas en la basílica de los Apóstoles.

En el año 451, el emperador Marciano convocó un concilio ecuménico6 que debió reunirse en Nicea. El papa León lo aceptó poniendo como condición de que en materia de fe el concilio se limitaría a aceptar la doctrina que él exponía en su “Tomo a Flaviano” y de que su legado pontificio presidiera las sesiones conciliares. El emperador prefirió que el concilio se trasladara a Calcedonia para no tener que alejarse de Constantinopla.

Desde Roma, León lo mueve todo, deshace todas las intrigas, soslaya todas las dificultades y subyuga todos los espíritus. Dióscoro y Eutiques marchan al destierro. El concilio definió que Cristo tiene dos naturalezas (conforme al “Tomo leoniano”), no mezcladas (contra Eutiques), no transformadas (contra Dióscoro) y que Cristo es uno sin división ni separación posible (contra Nestorio). Los 500 obispos, poseídos de un entusiasmo muy oriental, gritaron: “Pedro ha hablado por boca de León”. La grandeza del obispo de Roma, su previsión, su habilidad política, su discreción, siempre firme e inexpugnable en materia de fe, campearon de un modo magnífico en esta lucha, que disipó en poco tiempo un error peligroso y sutil. No obstante, en muchas partes persistía la herejía.

San León tuvo que luchar todavía contra los obispos bizantinos, no libres de ambición; contra la violencia de los monjes fanáticos; contra las agitaciones cismáticas de Egipto y Palestina y contra las suspicacias de los soberanos. Toda esta actividad llena de sabiduría, se refleja en la rica colección de sus 173 admirables cartas. En sus sermones brillan su celo pastoral y la elocuencia grave y serena. Aunque de gran cultura era más hombre de acción que de letras. No disimula su desdén por la filosofía de este mundo. También tuvo san León iniciativas litúrgicas con bastantes textos del sacramentario veronense (llamado también “leoniano”).

Un hecho notable de este pontificado fue su encuentro con Atila, rey de los hunos. Estos eran una horda salvaje de origen mongólico, que después de invadir las Galias se abalanzaron sobre Italia y amenazaron a Roma. El papa León le salió al encuentro en Mantua y logró persuadir a Atila para que se retirase sin saquear a Roma. También logró que Genserico, que ya se había apoderado de Roma (455) no matara a nadie ni incendiase la ciudad.

Por todo eso este Papa es sin duda el más importante del siglo v. En efecto, en un momento en que el vetusto imperio romano estaba a punto de desmoronarse y nuevas doctrinas seducían a los espíritus dando vigor a las antiguas herejías, ejerció una acción decisiva en el destino de la Iglesia y del Imperio, plenamente convencido de su papel de sucesor de Pedro.

La oración colecta de san León, inspirándose en Mt 16-18 (Tú eres Pedro) destaca su firmeza: “Oh Dios, tú que no permites que el poder del infierno derrote a tu Iglesia, fundada sobre la firmeza de la roca apostólica, concédele por los ruegos del Papa san León Magno, permanecer siempre firme en la verdad para que goce de una paz duradera”.
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NOTAS:
1. Pelagianos: Herejía de Pelagio, monje de Bretaña (hoy Inglaterra), a fines del siglo iv. Sostenía que el hombre puede si quiere por esfuerzo propio llegar a la impedancia. O sea que la gracia no es necesaria para la salvación.
2. Nestorianos: Herejía de Nestorio, obispo de Constantinopla (siglo v) que sostenía que en Cristo existían dos personas y que María no podía ser llamada Madre de Dios, por ser madre de la persona humana.
3. En aquella época el obispo de Roma era elegido por el clero y el pueblo de dicha ciudad. Sólo desde el siglo xi son los cardenales los electores del obispo de Roma.
4. Maniqueos: Herejía de Mani (o Manes) en el siglo iii. Admite dos principios eternos en pugna entre sí; el bien o la luz y el mal o las tinieblas. Surgió en Irán y se propagó por Oriente y Occidente.
5. Priscilianistas: Herejía de Prisciliano, que profesaba algunos de los errores de los gnósticos y maniqueos. Surgió en España a mediados del siglo iv.
6. Los primeros ocho concilios ecuménicos fueron convocados por los emperadores, casi siempre con el consentimiento del Papa, si éste no lo ratificaba era nulo.
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Tomado de: palabranueva.net

noviembre 08, 2013

San Adeodato I, Papa




San Adeodato I, Papa
Noviembre 8

68 -San Diosdado I (Adeodato): Roma; Octubre 19, 615 -Noviembre 8, 618.
Nació en Roma. Elegido el 10.X.615, murió el 8.XI.618. Con abnegación curó leprosos y apestados. Fue el primero en imponer el timbre a la bula y decretos pontificios. El suyo es el más antiguo timbre pontificio que se conserva en Vaticano.
Martirologio Romano: En la basílica de San Pedro, en Roma, san Diosdado I, papa, que amó a su clero y a su pueblo y brilló por su sencillez y sabiduría (618).

El Papa Adeodato I, o Deusdedit, fue pontífice en un momento en que se empezaba a sentir cada vez más claro y fuerte el sentimiento de intolerancia y de independencia hacia el poder bizantino.

Hubo levantamientos en Rávena, en Nápoles y en la misma Roma. Los territorios gobernados por los Lombardos. por lo contrario, gozaban de cierta tranquilidad.

Pocas son las noticias históricas: hijo del subdiácono romano Esteban, fue durante cuarenta años sacerdote en Roma antes de suceder en la cátedra pontificia al Papa Bonifacio IV el 19 de octubre del 615.

Murió en noviembre del 618, amado y llorado por los romanos, que pudieron apreciar el buen corazón durante las grandes calamidades que atormentaron a Roma durante los tres años de su pontificado: el terremoto, que dio el golpe de gracia a los marmóreos edificios del Foro, ya desbastados por las continuas invasiones de los bárbaros, y una terrible epidemia llamada elefancía.

Fue el primer Papa que estableció con testamento donaciones para distribuir al pueblo con ocasión de los funerales del sumo pontífice. En Roma el Papa no sólo era el obispo y el pastor espiritual, sino también el guía civil, el juez, el supremo magistrado, el que garantizaba el orden. A la muerte de todo pontífice los romanos se sentían sin protección, expuestos a las invasiones de los bárbaros nórdicos o a las venganzas del imperio de Oriente. La teoría medieval de los "dos soles", el Papa y el emperador, que deberían gobernar unidos al mundo cristiano, no era aceptada en Constantinopla.

El Papa Adeodato se demostró un hábil mediador y paciente interlocutor con el otro "sol" que en realidad de verdad fue muy poco solícito con Italia, excepción hecha de la vez que envió al exarca Eleuterio a dominar la revolución de Ravena y de Nápoles. Fue la única ocasión en que el Papa Adeodato, ocupado en aliviar la suerte de los habitantes de Roma por las calamidades ya referidas, tuvo un contacto, aunque indirecto, con el emperador.

Tuvo fama de ser un taumaturgo: curaba las formas más graves de peste con sólo apoyar sus labios sobre las llagas inmundas de los enfermos. Baronio pone en el Martirologio Romano un episodio que confirma la fama de santidad que rodeaba al venerable pontífice "dado por Dios" (como dice la etimología del nombre) como guía de los cristianos en una época tan atormentada: durante una de sus visitas a los enfermos, los más abandonados, esto es lo más atacados por la terrible enfermedad de la lepra, habría curado a uno de estos infelices después de haberlo abrazado y besado cariñosamente.

El Liber pontificalis, recordando dos hechos de su pontificado, afirma que Adeodato amó mucho a su clero, al que defendió respecto del clero monástico o regular, privilegiado desde cuando Gregorio Magno les había confiado a los monjes importantes cargos en el apostolado misionero y en la misma organización eclesial. El segundo hecho se refiere a la facultad de celebrar una segunda misa el mismo día (binación).

De él se conoce el sello de plomo con el que solía marcar los documentos oficiales: el Buen Pastor entre las ovejas y los símbolos cristológicos de alfa y omega. Fue el primero que lo usó. Su forma es redonda, grande como una moneda y en latín se llama bulla, de la que deriva bula. Dejó un regalo de plata a cada clérigo presente en sus funerales.

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Papa San Deusdedito, Deodato, Diosdado
Fecha de nacimiento desconocida; consagrado Papa, el 19 de octubre( 13 de noviembre) de 615; murió el 8 de noviembre (3 de diciembre) de 618; distinguido por su caridad y celo.
Él animó y apoyó al clero, que estaba empobrecido a consecuencia de los problemas políticos de ese tiempo; y cuando su diócesis fue visitada por un terremoto violento y el látigo terrible de la lepra él dio un ejemplo heroico por sus esfuerzos por aliviar el sufrimiento. Los pocos decretos atribuidos a él  no están autentificados. Se dice haber sido el primer Papa en utilizar los sellos de plomo (bullæ) para los documentos pontificios.
Uno  de la época de su reinado todavía se conserva, el anverso del cual representa al Buen Pastor en medio de sus ovejas, con las letras Alfa y Omega debajo, mientras que el reverso lleva la inscripción: Deusdedit Papa.
Su fiesta tiene lugar el 8 de noviembre.
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